icolás Itxaso Orobiourrutia murió en un hospital militar de Perpiñán tras no poder sobrevivir al campo de internamiento francés de Saint-Cyprien, levantado por las autoridades galas para refugiados que se exiliaron del Estado español de la Guerra Civil.

El nacido en Berriz y vecino de Abadiño fue uno de aquellos que, ante la avalancha y hacinamiento de refugiados en el campo de Argelès-sur-Mer, fue destinado a uno de los otros dos muy próximos. Uno de ellos fue el de Saint-Cyprien, su caso, y otro el de Le Barcarès, también situados en el Departamento de Pirineos Orientales de Francia. “Era muy deportista y tenía 29 años. ¿Cómo es posible que muriera? Allí, coincidió con su buen amigo y palista José Aguirre, también de Abadiño”, lamenta su sobrino Juan Luis García Itxaso a Grupo Noticias.

La familia conserva una carta personal de Nicolás a su hermana Jesusa -madre de Juan Luis- en la que estiman que se estaba despidiendo. Era la misiva del 14 de marzo de 1939, días antes del fin de la guerra. “El agua del campo es mala. La comida, sin embargo, no es mala, pero yo no puedo comer”, escribía y, a renglón seguido, solicitaba “un paquete de leche condensada y chocolate. Te digo esto porque he perdido varios kilos de peso y paso mucho frío”. Relataba, además, que “los franceses nos tratan muy mal”.

Asimismo, el vizcaíno se mostraba orgulloso de un curioso dato más. “En Barcelona tengo comprado para ti y para Rosario -otra hermana- tres trajes muy buenos. Otro para el padre también. Los tengo en casa de mi novia, María Ricart. Y dime lo que te hace falta que yo voy a ir allí a casarme y, Dios quiera, sea pronto”.

Sin embargo, falleció tan solo dos o tres días más tarde. Un documento del antiguo Ancien Hopital Militaire de Perpiñán certifica en una página el 16 de marzo y en otra el 17. El director médico del centro sanitario comunicó al secretario general de la Cruz Roja de Francia, en París, que Nicolás falleció de “muerte natural”, de “fiebre tifoidea”, contagiado por una bacteria del agua.

El malogrado vasco, a pesar de su juventud, había sido uno de los referentes de la disciplina deportiva de la pala y, además, había pasado por un seminario porque “su sueño de niño era ser sacerdote”, aporta la familia. Nicolás nació el 9 de septiembre de 1910. Otras fuentes publican una fecha errónea. Llegó al mundo en el molino Zubigain de Berriz. Era hijo del molinero Ciriaco Itxaso, natural de Durango, y Demetria Orobiourrutia, del barrio Oromiño de Iurreta. Al poco tiempo de su nacimiento, la familia partió a la anteiglesia aneja de Abadiño, al molino situado junto a la iglesia de San Trokaz. Él fue el mayor de seis hermanos.

Ilusionado por ser religioso, partió de seminarista a Artea y, más adelante, a Comillas. Sin embargo, no acabó de ordenarse sacerdote. “Era un hombre fuerte y ágil que jugaba a pelota a mano y a la pala”, relata su sobrino. De hecho, debutó en profesionales como delantero en el frontón Euskalduna de Bilbao en 1930 bajo el sobrenombre de Abadiano. “En aquellos tiempos, muchos pelotaris jugaban con el nombre de sus pueblos: ya había dos Abadianos, Elorrio, Ermua, Amorebieta, Lejona, Chiquito de Gallarta, Begoñés, Durangués o Arrigorriaga”, apostilla Juan Luis.

Se mudó a Barcelona en 1934, donde coincidió con un histórico del frontón como fue José Aguirre, también de Abadiño. El libro titulado La pala, la dificultad hecha juego, de Jesús María Azurmendi, cita a Abadiano. “Fue prototipo de palista vizcaíno, con un buen saque y una pegada estimable”, analizaba el autor. Itxaso jugó en Bilbao hasta que fue contratado por el histórico Novedades de Barcelona. “Allí formó parte del mejor cuadro palista de la historia”, valora Azurmendi. También llevó su juego al Recoletos de Madrid. Consta que su último partido lo disputó en la cancha barcelonesa el 24 de septiembre de 1937, sobre suelo republicano en plena Guerra Civil. Para entonces, en Euskadi, su padre y su hermana Rosario se refugiaron en Zalla y su hermana Jesusa llegó a Francia junto con otros refugiados vascos vía Bilbao-Ribadesella. En aquel país, “sirvieron en las casas de las familias Bolaños y Sota”.

Aunque fue movilizado, antes de acabar la contienda logró exiliarse en Francia. Enfermó de fiebres tifoideas y murió. El alcalde de Abadiño, Mikel Garaizabal (PNV), aporta a este periódico unas palabras de homenaje para este palista. “Una figura deportiva e histórica como la de Nicolás Itxaso merece mi reconocimiento y el del Ayuntamiento de Abadiño, porque compitió con el sobrenombre de Abadiano. Es decir, llevó el nombre de nuestro pueblo a los mejores frontones de la época. Su triste final, tan joven, en un campo de concentración francés, me lleva a lamentar lo injustas que son las guerras, pero al mismo tiempo, reconocer su entrega”.

Y no acabó la historia de Itxaso ahí, a pesar de fallecer lejos de los suyos. Lo recuerda su sobrino Juan Luis. “Después de morir, vino su novia de Barcelona a Abadiño. Pasó unos días aquí. Y viajó con los trajes caros con los que se iban a casar”.

“El agua del campo de internamiento es mala”, decía a su hermana, aquejado de fuertes fríos y con pérdida de peso poco antes de morir