- Segundo bloque de entrevista a Carlos Garaikoetxea, para abordar, a sus 83 años, asuntos de cariz más personal que toman relieve tras una vida pública tan larga e intensa, y ahora además con el impacto de la amenaza de una dura pandemia.

¿Qué es lo más ingrato de la política, usted que le ha consagrado tantos años?

-Para mí, quizás lo más ingrato ha sido la incomprensión de mis posiciones, en el caso concreto mío pero también las de mis compañeros, en lo concerniente a la violencia, a la defensa de los derechos humanos por encima de cualquier consideración, y a la pelea por conseguir la paz. Y la incomprensión e incluso el insulto y las imputaciones de connivencia y de falta contundencia en nuestras respuestas, cuando probablemente fueron las que más calado tuvieron, porque, hombre, que de nuestros sectores salieran condenas rotundas tenía mucha más entidad que salieran de la extrema derecha o de un partido estatal. Probablemente esa incomprensión de nuestros esfuerzos por conseguir la pacificación y la convivencia, y acabar con la violencia ha sido una de las amarguras mayores.

¿Y esa soledad que se dice de los excargos de responsabilidad o cuando se sale de la política, que el teléfono suena mucho menos?

-Para mí fue una cierta liberación, porque fue traumático mi final como lehendakari, y porque además me fui al Parlamento Europeo y me lo pasé bomba.

¿Y cuando dejó la política activa, sintió más esa sensación de melancolía?

-No. Primero porque no la dejas del todo aunque quieras (se ríe), y siempre tienes algún penitente que te viene a decir esto y lo otro. Pero no tener responsabilidades orgánicas a mi provecta edad es una liberación muy grande, y me gustaría que fuera mayor todavía, pero no puede ser mayor porque la vida sigue, los compañeros más jóvenes o menos mayores siguen en la brecha y siguen obligándote muchas veces a pronunciamientos y a emitir opiniones que no siempre son halagüeñas para todo el mundo o compatibles con las de todo el mundo.

Contaba Carrillo que una de las cosas duras y tristes de cumplir años es ver enterrar a muchos amigos, conocidos, familiares...

-Sí, claro, yo especialmente en estos meses calamitosos que estamos viviendo, tengo miedo a pulsar el teléfono y que me anuncien el fallecimiento de personas de mi generación, muy queridas, con las que has vivido muchas alegrías, tristezas y peleas, pero no voy a dramatizar. Todo el mundo tiene su pasado, sus recuerdos... El recuerdo de un padre y una madre que se te fueron es mucho más duro que otra pérdida.

¿Carlos Garaikoetxea tenía pegada electoral especial ente las mujeres? ¿Era consciente de ello?

-(Se ríe) Yo creo que sería por demérito de mis contrincantes. Hombre, yo procuré ser lo más cariñoso posible con todo el mundo, con hombres y mujeres. A lo mejor producía una cierta ternura compasiva. Bromas aparte, no creo que hubiera nada de ello, no lo percibí ni tuve oportunidad de percibirlo, porque mi vida fue de monje en la época de mis responsabilidades políticas.

Cuando contempla su vida política y su trayectoria general, ¿qué valoración hace?

-Mirando retrospectivamente siempre piensas que pudiste hacerlo mejor y te lamentas de haber tenido determinado tropiezo personal o de no haber enfocado las cosas con mayor acierto. Pero sinceramente creo que intenté ser generoso en mi entrega a lo que se me había encomendado, y trabajé con el privilegio de compañeros impagables. Porque el secreto de la vida, de cualquier éxito o cosa medianamente bien hecha es tener un buen equipo. Así que no solo no me lamento, sino que celebro la suerte que he tenido en haber formado equipos capaces de hacer lo que entonces hicimos, que fue muy difícil. ¿Lamentarme? Pues quizá de la hondura de ciertas convicciones que ha podido llevar a posturas que pudieran haber sido más transigentes y más susceptibles de evitar confrontaciones que fueron duras a lo largo de mi vida con propios y ajenos. Por lo demás, como entre otras cosas, no tiene remedio lo que procuro ahora es seguir siendo consecuente, que mis hijos y mis allegados compartan en lo posible mis propios ideales, pero respetando siempre, lo que me parece que es la clave en la política y en todos los aspectos de la vida, con tolerancia y comprensión al que piensa diferente.