- Una de las derivadas informativas sobre el covid-19, en estos tiempos de excepcionalidad, es que la filosofía ha recobrado valor, ante una realidad que impacta, entristece y atemoriza, y que ha cambiado por completo la rutina y los ritmos domésticos, mientras se intuye el calibre de las consecuencias del virus en la política, la economía y la sociedad de los próximos años. En medio de tanta incertidumbre, la filosofía se percibe útil para tratar de entender lo que está pasando. Y así es, siempre que en esa búsqueda de certidumbres, no desdibujemos el papel real de este oficio reflexivo.
DNA ha preguntado a tres filósofos y a una filósofa por las claves del momento. Todos crecieron en democracia y representan por talento y edad una nueva generación de pensamiento. Empezando por el navarro Jorge Urdánoz, doctor en filosofía por la UNED, y profesor en la UPNA. Siguiendo con Ander Errasti, también doctor, investigador y profesor, nacido en Donostia y residente en Barcelona. sin olvidar a Ana Carrasco Conde, que además de reunir similares médicos académicos en la Universidad Complutense, tal vez les suene de escucharla en el Hoy por Hoy de Angels Barceló, en una apuesta de este programa radiofónico por divulgar la filosofía. Otro que visita la ondas con regularidad es el profesor Miquel Seguró, en SER Catalunya. Los cuatro filósofos se mueven en una horquilla que va de los 32 años de Ander Errasti a los 48 de Jorge Urdánoz, pasando por los 40 de Ana Carrasco y Miquel Seguró. Los cuatro son brillantes y tienen muchos años por delante para desarrollar una carrera fructífera. Por de pronto acumulan respectivamente unos méritos académicos imposibles de resumir en una línea. Con una mirada cronológica interesante, pues pertenecen a una generación puente que hoy trata de aprender y desaprender al ritmo de los profundos cambios sociales que el mundo global en general y la sociedad occidental en concreto ha visto emerger en este nuevo siglo. Algunos han abierto la senda de la precarización y de la inestabilidad que anticipa unas reglas de juego duras para los que vienen por detrás. “La generación más joven, la que llegó a la edad adulta en medio de la crisis de 2008 tiene una mentalidad mucho menos optimista que la que quizás teníamos nosotros. Las nuevas generaciones tienen todo el futuro por delante, han sido golpeados por la crisis de 2008 y ahora por esta, pero hay que ser conscientes del privilegio de vivir en el Primer Mundo, empujar del carro y salir adelante. No queda otra”, afirma Jorge Urdánoz. Más pesimista se muestra Ander Errasti. “Ya en la anterior crisis se amplió la brecha generacional en términos de capacidad adquisitiva y bienestar, y esta crisis genera una preocupación fundada de pensar que nuevamente esa brecha se vea todavía más agravada. Lo cual es un riesgo incluso con un cierto punto existencial; hablamos de cuestiones tan básicas como la posibilidad de formar una familia, por ejemplo. Desde el punto de vista político, afecta a una población que ya venía razonablemente mentalizada respecto a la emergencia climática. Habrá que ver hasta qué punto la generación más joven puede canalizar los cambios que genere el covid-19 a esta cuestión, cuyas consecuencias más duras nos afectará a las generaciones más jóvenes”. Para Miquel Seguró, “estamos más o menos acostumbrados a esta precariedad, liquidez e inestabilidad, lo cual no significa que sea bueno. Porque lo que uno hace es normalizar este proceso de inestabilidad continuo en esferas en donde no tendría por qué ser así, como la economía. No pensemos solamente en el mundo tecnológico y sus paradojas, y olvidemos que en primer lugar somos cuerpos, que necesitamos de una buena sanidad, alimentación y cuidado”. Ante esa incertidumbre, Ana Carrasco Conde plantea aclaraciones sobre la tarea filosófica. “Hay que tener en cuenta que la filosofía no es presciencia, y no podemos avanzar lo que va a pasar. Lo que sí podemos hacer es intentar analizar qué está pasando y de dónde viene. La mirada filosófica procura mirar las cosas de otro modo. Cuestionar los lugares comunes, y sobre todo, proporcionar a las personas herramientas para analizar críticamente. La filosofía aporta esta mirada crítica que permite detenerse y hacerse preguntas”. Pero como incide esta profesora de la Complutense, nada convencida por cierto de las supuestas bondades del teletrabajo, “el filósofo no es un oráculo ni un sabio. Es alguien que aspira a saber, se interroga y se preocupa por una situación, y después de esa reflexión la pone en común para que los demás también lo puedan discutir”. Eso precisamente hemos pretendido en las dos siguientes páginas.
“Esta crisis genera la preocupación de una brecha generacional más agravada y existencial”
Filósofo e investigador en Globernance