barcelona - Seis jornadas de protestas después, la violencia comienza a pasar factura al soberanismo. Con más de 300 agentes policiales heridos y centenares de manifestantes que han requerido de atención sanitaria, los altercados de la última semana han empañado la imagen pacífica que el independentismo catalán ha imprimido siempre a sus manifestaciones. Ejemplo de ello fue lo sucedido en la huelga general de anteayer: los graves incidentes registrados en el centro de Barcelona eclipsaron la colosal demostración de fuerza que dieron más de medio millón de ciudadanos que clamaron contra la sentencia del procés. Según expertos, en el epicentro de las acciones violentas se situarían medio millar de radicales que, ajenos a las concentraciones pacíficas, erosionan la imagen de una Catalunya cívica en pie que reclama una salida política al conflicto.

De visita ayer en la capital catalana para reunirse con el conseller de Interior Miquel Buch, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska atribuyó sin ambages al “independentismo violento” la autoría de los sucesos de esta semana, cuyos destrozos han dejado un factura de dos millones de euros al Ayuntamiento de Barcelona. “Que el independentismo violento está detrás de estos actos es evidente, no hay discusión. Que nadie lo olvide”, afirmó con rotundidad. Buch, por su parte, apuntó en otra dirección. El perfil de quienes vienen protagonizando los disturbios es “de personas antisistema, muy violentas y muy organizadas”. Resumió que “no son independentistas, son radicales. Y no podrán manchar el proceso de independencia que ha construido este país durante muchos años”. De hecho, ese es un riesgo que las fuerzas independentistas temen que acabe sucediendo: que los altercados sean la foto fija del movimiento secesionista y que la violencia terminen diluyendo la “revolución de las sonrisas” que proclaman.

Expertos y fuentes policiales consultados por Efe reforzarían la tesis de Buch al apuntar que alrededor de 500 radicales están detrás de los altercados, que este pasado viernes de huelga general experimentaron un crecimiento sustancial. Se trataría de un núcleo duro apoyado por extremistas de otros países, que utiliza tácticas de guerrilla urbana y que usa la sentencia del procés como excusa para generar el caos. Esas mismas fuentes aseguran que Barcelona es estos días el centro neurálgico en el que operarían líderes de grupos de la ultraizquierda y del anarquismo europeo, con “amplia experiencia” en altercados violentos ocurridos en los últimos años en Grecia, Francia, Alemania o Italia. Así lo apuntan al menos desde el Centro de Estudios e Iniciativas sobre Discriminación y Violencia (CEIDIV). Ello preocupa a los cuerpos policiales, pero también a las autoridades catalanas, tanto como a las organizaciones propulsoras del soberanismo como Ómnium Cultural y la ANC, que ven además como las escenas de los altercados dotan de más contenido a los mensajes de mano dura que el PP o Ciudadanos lanzan. “Kale borroka catalana” o “Catalunya es territorio comanche” son algunas de las expresiones utilizadas.

Los partidos y organizaciones en favor de la independencia comienzan a distanciarse más a las claras en sus condenas, a la par que reclaman “proporcionalidad” en unas cargas policiales que han dejado en evidencia muchas prácticas abusivas por parte de las fuerzas del orden. El propio presidente de la Generalitat, Quim Torra, salió al paso para remarcar que la violencia “no representa al independentismo. La defensa de los derechos y las libertades se ha de expresar como siempre: pacificamente”. Lo mismo hizo Marta Vilalta, portavoz de ERC al indicar que “las imágenes de las últimas noches no nos representan y no se pueden repetir”. Y es que los partidos políticos que sustentan al Govern no desean que los innumerables delitos de desordenes públicos, lesiones y atentados a agentes de la autoridad -este pasado viernes por la noche se contabilizaron 54 detenidos y 182 personas heridas por todo Catalunya- fundan a negro la respuesta pacífica a las condenas del procés. O que abran grietas entre JxCat y ERC, los dos socios del gobierno en Catalunya.

protesta de ayer La prueba de fuego llegó ayer mismo, durante la protesta convocada por los CDR en la plaza Urquinaona e inmediaciones que reunió a 6.000 personas. Buch -responsable máximo de los Mossos d’Esquadra- ya había lanzado un mensaje a la calma. Pese a algunos momentos de tensión en una Barcelona tomada por millares de policías, la situación no fue tan grave como en anteriores jornadas. La escalada de la violencia se rebajó por primera vez en la semana. A ello ayudó, entre otras medidas, que grupos de voluntarios de entidades como Bombers per la República, En peu de Pau u Open Arms, que levantaron una línea de personas en forma de muros para separar a manifestantes y policías. Las medidas adoptadas consiguieron ofrecer un respiro en una semana en la que Catalunya ha visto eclipsadas sus reclamaciones políticas cívicas bajo un manto de violencia.