La cosa se está poniendo tan fea, es de tal magnitud la manipulación que políticos y medios están haciendo del relato, que al final van a hacer de Catalunya -o contra Catalunya- lo que les dé la gana. Casi cabría desconfiar de una mano negra -o dos, mano bipartita- que en su momento decidiera situar a las elecciones en plena marejada catalana para sacar pecho y poner en marcha todo el peso del Estado, que es suyo, y que se vea quién manda aquí.

Ya nadie duda de que Catalunya es la campaña propiamente dicha, que entre los partidos españoles no hay rivalidad ideológica alguna sino que solamente hay que competir en quién está dispuesto a acorralar más al movimiento independentista catalán. El panorama no puede ser más propicio para eso que ahora tanto denominan la tormenta perfecta, con el chaparrón centrado en Catalunya: a punto de caer la sentencia para los doce líderes, procesos judiciales en curso contra miembros de la Mesa del Parlament, contra decenas de cargos de la administración, contra el president Quim Torra y, la guinda, la oscura historia de los siete ciudadanos relacionados con los CDR. ¿Qué más hacía falta para confirmar que ETA estaba al fondo del procés? Por cierto, ¿de dónde están saliendo todos esos detalles imputados a los detenidos de los CDR, si el sumario es secreto?

Asistimos a una escandalosa rivalidad de mano dura, de más madera, entre quienes pretenden devastar todo lo que sea preciso para eliminar la disidencia que defiende la soberanía de Catalunya. El 155 ya, el 155 permanente, el 116, que regula el estado de sitio o el de excepción, la ley de seguridad nacional, los tanques a la calle, en fin, sugerencias que se escuchan de boca de políticos, de tertulianos, de editorialistas circunspectos empeñados en dar ideas para solucionar de una vez por todas la locura secesionista catalana.

La historia nos demuestra que en cuanto se pone como objetivo la España eterna, más en concreto su unidad, su integridad, entran en juego los más disparatados desvaríos. Y si entre los ingredientes se espolvorea la acostumbrada ración de ETA, quedan abiertas todas las posibilidades represivas. Estremece escuchar el insistente veredicto de culpabilidad, porque se da ya por demostrado que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, es el señor X de los CDR y que los CDR son ETA. En consecuencia, no hay otra salida que el 155 y esta es la campaña electoral que han programado los autodenominados partidos constitucionalistas, esta es la gran propuesta electoral. Para nada hablan de mejorar la calidad de vida de los españoles, sino que pelean por demostrar a murcianos, extremeños, manchegos o celtibéricos quién tiene más músculo para azotar al separatismo catalán que, como ya se ha demostrado (¿), es violento.

No pasa día sin que se hable de la aplicación del 155. Se ha comprobado que buscando en Google artículo 155 salen casi setenta mil referencias. Un artículo que hace dos años apenas era conocido por los expertos, un artículo que se ha aplicado sin respetar el espíritu con el que fue redactado y que ahora resulta el agotador leitmotiv de una campaña electoral en la que no hemos oído hablar de cultura, de economía, de deuda pública, de mejora de la convivencia.

Los partidos que compiten por demostrar mayor dureza parecen olvidar que tras aplicarse el 155 hace dos años, la sociedad catalana volvió a demostrar en elecciones impuestas que mayoritariamente aspira a su soberanía. El 155 no cambió nada y esta rivalidad por demostrar mano dura, esta solución disparatada de más madera contra el independentismo catalán solamente acarreará nuevos fracasos y una deriva autoritaria muy peligrosa y de consecuencias imprevisibles.