MADRID. Abánades, de 73 años, fue director de los servicios funerarios de Madrid, y el 23 de noviembre de 1975 asumió el sepelio de Franco junto a cuatro enterradores, aunque la labor de encajar la lápida de 1.500 kilos corrió a cargo de canteros de Patrimonio Nacional. En su opinión, la única particularidad de esta exhumación será retirar esa lápida.
"Lo único es que, al estar en un suelo pulido, habrá que tener cuidado con no dañar ese suelo. Es lo único que tiene, porque la exhumación será igual que cualquier otra", afirma el 'enterrador' de Franco. Según Abánades, que ha pasado media vida trabajando en el sector funerario, una vez que el Consejo de Ministros apruebe la exhumación, el traslado de los restos del dictador desde el Valle de los Caídos hacia el cementerio de Mingorrubio en Madrid se producirá ante un secretario judicial para levantar acta y algún representante de la familia Franco.
Todos después de que una cuadrilla de canteros levante la lápida, un trabajo que augura que se realizará con "facilidad". "Entre tres o cuatro personas lo pueden hacer perfectamente, porque la lápida se desplaza a través de unos rodillos, no con fuerza bruta", relata.
Una vez levantada, será turno de los enterradores. "Es muy fácil lo que hay que hacer, colocar unas cuerdas, unos tiros como los llamamos, y entre cuatro personas elevarlo, y trasladar los restos a otro féretro que tendrán preparado", añade Abánades, que actualmente es alcalde del municipio de Sacecorbo (Guadalajara) por el Partido Popular.