madrid - El bloqueo entre los socialistas y Podemos ha resucitado a Albert Rivera. Tras semanas de letargo y sin participar siquiera en las últimas reuniones con Pedro Sánchez para abordar su investidura como presidente español, Rivera quiso volver ayer a la primera plana de los medios de comunicación con un golpe de efecto que supone levantar el cordón sanitario que impuso al socialista y cambiar por completo de discurso, aunque nadie le dio credibilidad por lo descabellado de sus condiciones. El líder de Ciudadanos le ofreció por primera vez su abstención y se reunió con el líder del PP, Pablo Casado, para tratar de amarrar también la suya. Pero coló, entre otras, una condición inasumible para el socialista cuando le pidió que dinamite el gobierno progresista de Chivite en Nafarroa para formar una coalición con la derecha. Para muchos, la oferta fue una ocurrencia para salvar los muebles ante las elecciones con mantras como los asuntos navarro y catalán.
Nadie espera que esta propuesta desbloquee nada ni sirva para evitar las elecciones generales el 10 de noviembre. La propuesta murió antes de nacer. Pero sobrevuela la posibilidad de que los socialistas y C’s se reencuentren en el futuro, tras los comicios. Sánchez desdeñó el planteamiento de Rivera al considerar que todas las condiciones que le pide, como el gobierno constitucionalista en Nafarroa, ya están cumplidas porque no ha cedido ante EH Bildu. No le ofrecerá nada más y no termina de creerlo. Pero sí le prometió que aplicará “sin duda” el artículo 155 de la Constitución si el soberanismo retoma la vía unilateral. Además, volvió a pedirle su abstención, y no dio la sensación de que cerrara a cal y canto la puerta del entendimiento. Hasta ahora, no se había producido un mayor cortejo porque Rivera no se dejaba. Pero ha cambiado de opinión y se abren nuevos escenarios, que obligarían a los nacionalistas vascos y catalanes a permanecer alerta ante el riesgo de recentralización. Este cortejo se produce cuando algunos sectores influyentes del Estado están proponiendo un gobierno constitucionalista que haga frente a la situación en Catalunya tras la sentencia contra el referéndum.
Rivera soltó su bomba el mismo día en que el rey español Felipe VI arrancaba la ronda de contactos con los partidos, que acabará hoy con el probable anuncio de que no habrá investidura y las elecciones se repetirán. Tras la reunión de la Ejecutiva Permanente de C’s, Rivera propuso tres condiciones: un gobierno constitucionalista en Nafarroa de coalición entre Navarra Suma y el PSN, que Sánchez no indulte a los presos del procés y que se conforme una mesa para debatir la aplicación del 155 si el Govern no acata la inminente sentencia del Tribunal Supremo contra el referéndum de independencia, y que no suba los impuestos ni la cuota de los autónomos. Anunció una reunión con Casado para pactar esa “solución de Estado”. Sánchez necesitaría sumar la abstención del PP para contrarrestar los votos en contra que le vendrían desde Unidas Podemos y el nacionalismo catalán, pero Casado tuvo un perfil bajo y cree que C’s quiere ganar protagonismo, aunque no se negó a la reunión con Rivera. Eso sí, no hubo foto y el PP no concretó su abstención. Casado cree que es Sánchez quien tiene que hacer una oferta. El socialista mira ya a las elecciones.
Rivera justificó su giro en que el Estado vive una “situación límite” porque el lunes acaba el plazo para evitar las elecciones, pero le pueden pesar también las encuestas y las presiones que recibe desde la patronal española para que llegue a un acuerdo con Sánchez como ya hicieron en 2016. La cerrazón de Rivera al acuerdo con los socialistas había provocado además un cisma en C’s, con la renuncia de rostros conocidos como Javier Nart y Toni Roldán. Desde Barcelona, Manuel Valls opinó que el giro llega tarde.
La brecha entre el PSOE y Podemos, que no han sido capaces de lograr un acuerdo por su discrepancia sobre la fórmula de gobierno, ha abierto una grieta por donde se ha colado Rivera para resucitar políticamente. El escenario de una legislatura pactada entre el PSOE y C’s sería nefasto para Podemos, que ya no tendría ningún papel; y también lo sería para los nacionalistas catalanes y para el PNV, que en el pasado ya alertó sobre el carácter recentralizador de Rivera y sus ataques contra la autonomía financiera vasca del Concierto Económico. Pero los jeltzales se lo tomaron como un “paripé” de Rivera y consideraron que sus condiciones son inviables para el PSOE. En el caso de que hubiera acercamiento, el PSE pondría en bandeja la campaña electoral al PNV. Desde Catalunya, el president Torra tildó de “indecencia” las declaraciones de Sánchez sobre el 155, y los comunes pidieron que cierre con claridad la puerta a C’s. Desde Bildu, antes de que estallara esta polémica, Arnaldo Otegi había denunciado en Radio Euskadi la tentación de conformar un “Gobierno de Estado”.
respuesta Sánchez rechazó la oferta de C’s, pero no lo hizo de manera concluyente. No lo hizo por activa, sino por pasiva, asegurando que las condiciones que pide Rivera ya se cumplen. En una visita a Albacete por el temporal, dijo que no existe “ningún obstáculo real” que impida abstenerse a C’s y al PP. No dejó ningún atisbo para la duda cuando dijo que, “en el caso de que hipotéticamente los independentistas situasen a España ante la quiebra del Estatuto de Autonomía y la Constitución, el Gobierno actuaría con la misma contundencia”. “Cualquier artículo de la Constitución, en este caso el 155, no habría ningún tipo de duda en su aplicación”, zanjó. Añadió que la Constitución limita los supuestos para aplicar el artículo. Sobre Nafarroa, aseguró que los socialistas no han llegado a ningún “pacto” con Bildu y, en materia económica, su intención es “aliviar la carga fiscal a las familias y los autónomos”. Por ello, pidió una abstención técnica, solo para ser investido.
Que el viraje de Rivera se produzca con el president Torra amagando con la desobediencia a la sentencia, hace temer en algunos sectores que Sánchez gire la mirada hacia C’s. Esa opción le brindaría una mayoría absoluta con los actuales resultados, y no tendría que contar con los soberanistas catalanes. Pero la militancia socialista le pidió en la noche electoral que no pactara con Rivera.