madrid - De carácter polifacético, Gorka Knörr combina una extensa carrera musical con otra política. En su periplo vital, ha saltado de Euskadi a Catalunya y de liderar Eusko Alkartasuna a concurrir en la lista europea de Carles Puigdemont. Ahora, se estrena en Madrid como delegado de la Generalitat en la capital española.
¿En qué punto se encuentra el soberanismo catalán en vísperas de la Diada y la sentencia del Supremo?
-La Diada de este año será una vez más una especie de termómetro de cómo se encuentra el soberanismo catalán. Ha congregado en la última década a una media de un millón de personas en la calle. Los más agoreros dicen que va a menos, pero la historia demuestra que un año tras otro la gente se manifiesta en un día nacional de una larga tradición. Respecto a la vertiente política, es bueno reconocer dos cosas: que las diferentes visiones del soberanismo siempre han existido, y que en este momento también existen visiones estratégicas diferentes. Y no es que lo diga yo, es que las reuniones que se han hecho públicas en las últimas semanas manifiestan la necesidad de ponerse de acuerdo.
¿Está en riesgo el Govern actual por las discrepancias entre ERC y JxCat?
-Yo creo que en la mente de todos los que tienen responsabilidades de gobierno está intentar por todos los medios mantener el pulso y procurar, dentro de la mayor concordia posible, seguir gobernando y reivindicando los derechos nacionales y fundamentales que están siendo violentados en el Estado español, en vísperas de una sentencia que se espera dura.
¿Ve a ERC regresando a posiciones autonomistas?
-No me corresponde juzgar posiciones partidarias. En todo caso, yo creo que desde todos los ambientes del soberanismo político se está reclamando el diálogo como bandera. Y eso debe ser la línea de conducta de todos nosotros.
¿Otro mandato de Pedro Sánchez puede destensar el conflicto? ¿Hay diálogo posible con este Gobierno español?
-El diálogo con el PSOE está bajo mínimos. Tengamos en cuenta que se está planteando una reelección en el Estado sobre la base de no hablar con las fuerzas independentistas. Eso ya te marca unos límites. Sánchez repite que existe un problema de convivencia en Catalunya y esto evidentemente no es así. Repetirlo como un mantra es no querer entrar en el fondo, en que es un conflicto político de una trayectoria histórica innegable.
¿Una sentencia condenatoria debe responderse con el regreso a la confrontación con el Estado?
-El president Torra hablaba hace unos días de la confrontación democrática, término que algunos ya utilizamos hace lustros en otras situaciones políticas. Ese término no debe asustar a nadie. Se espera una condena del Supremo absolutamente injusta. En el seno de la Unión Europea es un escándalo que haya políticos, representantes del pueblo, en la cárcel y en el exilio, líderes de organizaciones civiles en prisión desde hace dos años por organizar manifestaciones ejemplarmente pacíficas, e incluso cantantes en el exilio en Bélgica. Frente a esto, lo único que cabe es mostrar toda la firmeza democrática para combatir una situación injusta. De eso hablamos cuando hablamos de confrontación democrática, y conviene combinar la reivindicación política y la manifestación en las calles para mostrar rechazo a la más que evidente violación de los derechos fundamentales de las personas.
Se habla también de un gobierno de concentración o de convocar elecciones como respuesta a una condena.
-No puedo valorar este aspecto. Es el president quien es competente para convocar elecciones, y yo creo que lo que nos debe guiar es encontrar la manera de que, en caso de producirse una sentencia condenatoria y dura, la respuesta sea proporcional a esta violación de los derechos fundamentales. Y eso tiene un nombre: es lucha democrática y pacífica contra una situación injusta. Lo han expresado nuestros presos y exiliados y yo no puedo sino sumarme a su expresión.
¿Confían todavía en que Puigdemont pueda tomar posesión como eurodiputado?
-Este caso es un desatino más propiciado por las autoridades españolas. Después del Tratado de Lisboa, es evidente que los eurodiputados electos representan al conjunto de la ciudadanía europea y, por lo tanto, no tiene ningún sentido la jura de una Constitución. Es una triquiñuela de la Junta Electoral. Hay una vulneración de los derechos de los parlamentarios Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Toni Comín y, de acuerdo a la propia legislación europea, no tiene ningún sentido seguir negando su acceso al Parlamento Europeo. Además, estos tres diputados deberían ser ya inmunes.
¿Temen que la condena del TS conlleve una euroorden y una extradición de los exiliados?
-La cúpula judicial española, que no la Justicia española, acostumbra a ser impredecible hasta el punto de retirar las euroórdenes que ella misma dictó. No imagino otra solución u otra determinación por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que no sea la de respetar los derechos de nuestros parlamentarios y propiciar su acceso con total libertad a sus escaños en el Parlamento Europeo.
Las aguas también están revueltas en terreno postconvergente. ¿Se unirán JxCat, el PDeCAT y la nueva Crida?
-Yo no milito en ninguna formación política, solamente soy asociado de Òmnium Cultural, la ANC y la Crida; y lo que puedo decir es que la última década de acontecimientos en Catalunya ha sacudido toda la política catalana. Cuando se habla de la pérdida de presencia política de algunas formaciones soberanistas, se pasa de puntillas por el hecho innegable de que Pasqual Maragall tuvo 57 escaños en el Parlamento catalán y en estos momentos el PSC tiene solo 18. Hay que poner las cosas en sus justos términos, y la reordenación de las diferentes corrientes políticas del país es un proceso que hay que ver con absoluta naturalidad. Es evidente que el espacio que ocupó en su día CiU hoy está fragmentado, pero no hay que olvidar también que en JxCat y en la Crida confluyen personas de muy diversas procedencias políticas, incluso de la izquierda más nítida, que comparten un horizonte nacional y de justicia social. En ese sentido, hay que esperar a que todo cristalice en acuerdos de toda índole, que son muy necesarios para el país.
Hay un sector postconvergente que reclama el regreso a posiciones de pacto con el Estado.
-Lo que hagan personas o colectivos que piensan que es mejor volver al autonomismo es legítimo. Y además es deseable que esa posición se conforme electoralmente y que se presente a las elecciones con toda naturalidad. Pero creo que ha habido un periodo de una fuerte sacudida social y política y eso tiene sus consecuencias en el escenario político, y tarde o temprano todo se deberá conformar. En el País Vasco hemos visto en época de la violencia cómo es preciso que haya tiempo para que se vayan decantando las posiciones y en todos los países pasa lo mismo: cuando se producen fenómenos sociales y políticos de calado, lógicamente los cimientos del sistema se sacuden y se alumbran situaciones nuevas.
¿Cómo se ve la política vasca desde Catalunya?
-Hay sectores en Catalunya que miran con un cierto recelo determinadas posiciones políticas en Euskadi. A veces se hacen críticas fáciles, por ejemplo hablando del Concierto Económico desde un desconocimiento profundo de lo que es. Creo que Euskadi vive aparentemente un periodo de paz social y política, pero también creo que las mayorías que se están conformando dan para algo más que seguir viviendo en el autonomismo. Sospecho que de aquí a unos años, y sobre todo dependiendo de lo que pase en Catalunya, será el momento de que en Euskadi se planteen otros horizontes que no sean los de subsistir en esta especie de impasse que sigue escondiendo que el Estatuto del 79 sigue sin cumplirse.
Por tanto, ¿tendrá lugar en el futuro en Euskadi un proceso similar al catalán?
-Cada país tiene sus propias dinámicas políticas. En Euskadi ya se reivindicó fuerte el nuevo estatus político de la mano del lehendakari Ibarretxe, una iniciativa potente orientada al doble objetivo de propiciar un escenario de los derechos históricos del país y de propiciar el abandono de las armas por parte de ETA. Aquello fue respondido como fue respondido. Creo que tuvo también un talón de Aquiles: la enorme fuerza ciudadana que demostró el nacionalismo vasco con más de 600.000 votos en el año 2001 no se sintió muy vinculada por la propuesta política. Hubo una desconexión entre la política y la calle. En Catalunya es a la inversa: ha sido la calle la que ha forzado a los políticos a romper una situación de impasse. Es difícil saber lo que va a pasar en Euskadi pero, si pasa algo en Catalunya, en Euskadi va a tener un reflejo.
¿Dependerá del PNV?
-Yo respeto profundamente las opiniones políticas de todos los sujetos de Euskadi. Pero también digo a renglón seguido que plantear hoy y aquí con el Estado una situación de diálogo, acuerdo y ratificación es imposible. Hoy con el Estado consigues migajas, no consigues que te reconozca como lo que eres. Lo estamos viendo, estamos en un Estado demofóbico en el que las fuerzas de derechas están cada día más envalentonadas y donde la fobia anticatalana, que ya es muy antigua, es de un calibre muy preocupante. En estos días un parlamento autonómico [el de Andalucía] ha aprobado ayudas al castellano en Catalunya. Estamos viendo situaciones que, si no viviéramos en 2019, diríamos que son de escenarios predemocráticos.
¿No ve margen alguno de negociación con el Estado?
-El Estado fija sus normas, lo tomas o lo dejas, no hay más cera que la que arde en el sagrado altar de la Constitución. Cuando el nuevo Estatus para Euskadi, dieron el portazo a la mayoría del Parlamento Vasco. Se decía: “tenéis que ser más, como están haciendo los catalanes”. Pues los catalanes fueron con el acuerdo del 90% de su Parlament, les recortaron drásticamente su Estatut, y después los jueces del Constitucional se lo cargaron, a pesar de haber sido refrendado, mientras se fumaban un puro en la Maestranza. Fue un golpe de Estado en toda regla, saltó por los aires el bloque constitucional. ¿Y todavía esperamos que dialoguen?
Respecto a EA, su anterior partido, ¿qué futuro le augura?
-No sigo la situación al dedillo. Tengo cariño infinito a mucha gente con la que me encuentro y que está preocupada. Espero que cada cual sepa encontrar su sitio. Yo en su día intenté por todos los medios aunar esfuerzos dentro del partido, y ese intento me costó un apartamiento y posteriormente mi alejamiento de la política de partido.