Pamplona - ¿Qué es una contracumbre al G7 y qué pretende?
-Las reuniones del G7, con sus distintas denominaciones, no han sido otra cosa que el grupo de países que ha estado arropando las decisiones de Estados Unidos en el área económica, que es la más política. En definitiva para buscar el mejor escenario para hacer negocios para las multinacionales, y para decidir cómo afirmar la hegemonía americana en el resto del mundo, del capitalismo y del neoliberalismo, todos los países europeos lo dan por bueno y naturalizado. Y la principal función de una contracumbre es discutirlo en el plano teórico, este es solo uno de los mundos posibles, que dan por bueno el Estado español y francés y todos sus gobiernos autonómicos sin excepción, y sobre todo ver sus posibles grietas, para combatirlo y trabajar sus posibles alternativas.
Participa en dos charlas.
-Una es sobre la carta social de derechos de Euskal Herria, el papel que juega y la otra es sobre cómo combatir e intentar reducir la deuda ilegítima. Sobre la deuda utilizo el ejemplo de Navarra, donde hemos trabajado mucho estos cuatro últimos años. Se creó incluso una comisión parlamentaria, y se llegó a la conclusión que de los 3.300 millones de deuda pública 191 eran ilegítimos, en virtud de intereses abusivos, a un interés 5,8% cuando el euribor es negativo y cuando el Banco Europeo de Inversiones presta al 0% a La Caixa, al BBVA, al Santander, Bankia, Caja Rural, Sabadell... Eso ha llevado a unos sobreintereses de 67 millones y medio, y el Gobierno de Navarra, el anterior, y este no creo que vaya por otro camino, en lugar de abrir ese debate, renegociar y crear una movilización social, ha pagado esa deuda en 2017 y 2018 llamándola amortización. Eso no es amortización. El Gobierno de Navarra y todos los demás ni se cuestionan esa ilegitimidad de la deuda, aunque luego en las declaraciones públicas casi todos los gobernantes dicen que hay que combatirla, y luego cuando toca no se abre ni el debate público. Aquí, en Navarra, gracias principalmente a Podemos, se habló un poco del asunto. Pero es que en la CAV y otras autonomías ni se habla.
El problema es que el eslogan de otro mundo es posible se quede hueco...
-Que las cosas están mal no lo discute nadie, pero si no creemos que otro mundo es posible, apaga y vámonos. Lo que está claro es que tiene que haber alternativa a ese discurso de la no alternativa, que daba Margaret Thatcher. Evidentemente, el eslogan es lo de menos. Lo que tenemos que mantener vivo es ese debate, y no dar por bueno que este sea el único mundo posible, y discutir sobre las leyes presupuestarias y de otro tipo que el G7 en este tipo de cumbres orienta, y los países y las comunidades autónomas las implantan sin ninguna discusión. Eso es a lo que hay que darle la vuelta. Para nosotros uno de los máximos peligros de estas contracumbres es que parecen un poco lejanas, que se hablan de cosas que parece que en el día a día de las personas no tengan mucha implicación. Así que la mayor preocupaciones traerlas al lugar propio donde vive cada cual. Al final la Ley de Estabilidad Presupuestaria, la prohibición de hacer OPEs que se impuso desde Madrid hace unos años y que todas las comunidades autónomas acatan e incluso comparten con entusiasmo, no es más que poner en práctica lo que el G7, en una cumbre de no sé dónde, decidió. Hay otro eslogan muy viejo, piensa globalmente y actúa localmente. ¿Eso es un mensaje vacío? Pues no me lo parece. Eso es lo que hay que hacer, analizar el contexto general y en el ámbito más cercano ver qué puedo hacer contra esto.
El neoliberalismo también trabaja su relato. El de un mundo interdependiente donde nadie se puede poner de perfil. Y eso penetra de forma muy potente...
-Esa es otra de las grandes mentiras. Hacer propias las palabras que mejor suenan como globalización, liberalización, libre mercado... En las cumbres del G7 se toman decisiones proteccionistas a más no poder cuando convienen y en otras se desregula el mercado cuando conviene. Cuando se trata de rebajar las condiciones laborales de las personas, sí se desregula. Así se consigue que las multinacionales se vayan a producir a otro sitio que les sale más barato. Todos los meses tenemos noticias de empresas de aquí y de allá que son sancionadas por hacer pactos de precios. Son los mismos adalides del neoliberalismo que luego hacen apaños entre ellos. Esas son las grandes mentiras que en una contracumbre hay que destapar.
Se percibe un combate ideológico muy desigual. Por un lado un discurso alimentado por los países más poderosos y por otro una serie de organizaciones con dificultades. Usted representa a un sindicato. ¿Cuál es su diagnóstico sobre el potencial de estas organizaciones en pleno siglo XXI?
-Puedo hablar principalmente por ELA, que es el que mejor conozco. Yo creo que los sindicatos tenemos precisamente la responsabilidad de actuar en el espacio más inmediato para intentar revertir estas situaciones que se dan en lo global. Cuando el G7 o las grandes corporaciones quieren liberalizar los recursos naturales o los bienes públicos para que sean oportunidad de negocio. El agua, la salud, la dependencia... Eso es un debate teórico que luego llega a Navarra. Por ejemplo cuando el Gobierno de Navarra anunció hace unos meses que se iban a abrir cinco nuevas residencias en la cuenca de Pamplona. Hasta muy abajo de la información no se decía que eran privadas y a lo mejor se conciertan. Hombre, ¿eso es un servicio público? Y encima es el Gobierno el que lo anuncia, como si privatizarlo fuera una ventaja. ¿Qué tiene que hacer un sindicato? Combatir este relato y que los bienes públicos que sean públicos de verdad. Una empresa que gestiona residencias de ancianos, ¿de dónde va a sacar su beneficio? Su margen de beneficio único y exclusivo es apretar y rebajar las condiciones de los trabajadores y conseguir el mayor número de subvenciones posible. Es decir, perjudicar a la clase trabajadora y arramplar con todo el dinero público que pueda. Esos son los típicos ejemplos donde un sindicato tiene que estar. Eso deriva de una concepción teórica y filosófica del mundo que no concuerda con el G7, y lo pones en práctica en el sitio más cercano que puedas.
¿Hay un riesgo de que quede una imagen de desbarajuste por los problemas de tráfico y eso se coma el debate ideológico?
-Eses es un riesgo que siempre está ahí. Desde una huelga a una manifestación en la calle y provoca las consabidas molestias a la ciudadanía. Siempre hay un esfuerzo dirigido por el Gobierno, grandes empresas o muchos medios de comunicación en hacer ver las molestias de una manifestación en lugar de atender las razones de las personas que se manifiestan. Es muy triste y me parece un poco chusco que en los telediarios de las grandes cadenas sin excepción los conflictos laborales vienen en el mismo bloque que las catástrofes. Desde luego Biarritz es un sitio bastante curioso para organizar una cumbre así.
¿Y que dicho emplazamiento se ubique dentro de Euskal Herria es una oportunidad para un sindicato como ELA o una mera circunstancia?
-Es una mera circunstancia. Mejor si no se hiciera la cumbre, ni aquí ni en ningún sitio. Lo que sí es una oportunidad por lo menos para participar en este debate, conocer a muchas personas que llevan muchos años trabajando este tema en el ámbito internacional y que ese discurso alternativo pueda tener un pequeño altavoz. Esa circunstancia habrá que trabajarla.