Dos décadas ininterrumpidas de mangoneo es tiempo suficiente para adjudicarse un sentido patrimonial del poder, un poder ejercido desde la impunidad y el clientelismo, sin resquicio alguno para la oposición, un poder casi medieval con derecho de pernada. A UPN le han sentado mal, muy mal, estos últimos cuatro años desalojado del Boletín Oficial, relegado al simple pataleo, a la rabieta azuzada hasta la náusea por su medio de comunicación habitual. Añádase a estos cuatro años infaustos para la derecha extrema navarra la perspectiva aterradora de otros cuatro arrumbada en el frío de la oposición, cada vez más lejos el control de su chiringuito.
Perdido ya el oremus por esta travesía en tierra de nadie, UPN rozó la perturbación mental al constatar que quien lideraba la repetición de su arrumbamiento era una advenediza del PSN, una inoportuna Doña Nadie representante del partido que durante sus veinte años de régimen absoluto le sirvió de monaguillo, o asistente, o quizá hasta cómplice. Y eso UPN no lo puede soportar. La derecha extrema navarra se ha creído traicionada, herida en su orgullo, o en su soberbia, y está arremetiendo de forma brutal contra la presidenta Chivite dispuesta a hacerle imposible el cargo al que ha accedido democráticamente.
Con la insolencia que la derecha está derrochando en su interpretación del relato, el candidato de UPN, Javier Esparza, intentó desde el primer momento impedir la presidencia de María Chivite y su Gobierno de progreso a base de mentiras, de acusaciones jamás probadas de acuerdos que no existían. Como en Nafarroa todos saben quién es quién y no se traga con ruedas de molino, Esparza llamó a los primos de Zumosol para hacer más ruido, aprovechando el torrente mediático contra Pedro Sánchez y elevando como problema de Estado el mismo relato trilero del contubernio con los terroristas, siempre falso porque a la derecha no le hace falta demostrar nada, le basta con ladrar.
Tampoco el apoyo de Rivera y Casado le libró a Esparza de tener que tragar con el recambio, así que decidió volver a las trincheras y dedicarse a desestabilizar al Gobierno de progreso presidido por María Chivite con el terreno ya embarrado y optando por lo más fácil, por lo más previsible. Al ya resudado mantra de ETA ha añadido el de las víctimas, siempre rentable para la derecha española desde que Aznar, Mayor Oreja y el gurú Pedro Arriola comprobaron que su instrumentalización le proporcionaba copiosos réditos electorales. Y aprovecharon el homenaje al subteniente Francisco Casanova, asesinado por ETA hace 19 años en Berriozar, para ensayar el uso y abuso de las víctimas del terrorismo contra la recién investida presidenta del Gobierno de Nafarroa. Una usurpadora, según el sentido de la democracia propia de UPN. Echarle encima el dolor de las víctimas es buena táctica para minarle la moral y desacreditarle mediáticamente. Añádase a esto la agresividad política de sus socios españoles, con lo que Nafarroa vuelve -y volverá- a formar parte de la oposición bronca, frontal y marrullera contra la izquierda.
El acto de Berriozar fue una impresentable demostración de por dónde va a ir el estilo de oposición que lidera Javier Esparza, flanqueado por sus dobermans Cayetana Álvarez de Toledo y Ana Beltrán. Aprovechando la memoria del militar asesinado, en Berriozar se orquestó una inmerecida embestida contra la persona de María Chivite. Se ladraron injurias contra ella, se le imputaron complicidades mentirosas, se pretendió, simple y vulgarmente, acojonarle en un acto al que en numerosas ocasiones la hoy presidenta había asistido con tanta solidaridad como convicción.
De nuevo se equivoca UPN, o Navarra Suma, o como quiera ahora denominarse la derecha extrema navarra. María Chivite no es la mujer frágil que suponían, según ha quedado demostrado en sus declaraciones tras el mal trago -que lo fue- de sentirse injuriada en Berriozar. María Chivite ha culminado un proyecto con muchas aristas, muy complicado, para el que ha demostrado arrestos, coraje y convicción. Un proyecto basado en el respeto y el pluralismo de la sociedad navarra, realidad siempre ignorada por los regionalistas de Esparza.
María Chivite ya ha experimentado en carne propia el talante de la derecha extrema y su falta de escrúpulos. Ya ha superado la primera y más feroz embestida, y sabe que en adelante todo va a ser así porque es mucho el poder que han perdido. Pero también ha dicho que, se pongan como se pongan, está dispuesta a seguir adelante con un proyecto en el que cree. Seguirán usando el dolor de las víctimas para sus intereses partidistas, pero ganará la ciudadanía navarra.