En los últimos tiempos está tomando una especial relevancia eso que vienen a denominar el relato, que no es otra cosa que la valoración de los acontecimientos, especialmente de carácter político. Ese relato, por supuesto, nunca será inocente ni neutral sino que tenderá hacia uno u otro lado según sea la fuerza narrativa del relator. En ese punto muerto en el que está varada la política española, el relato dominante viene dado por el indudable escoramiento de los mass media, que por abrumadora mayoría pertenecen al capital de la derecha y son unánimes al describir como culpable, insensato y perdedor a Pedro Sánchez. Suya es la culpa del parón institucional, por haber basado su estrategia en pactos infames con los populistas y los enemigos de España.
Además de este relato acusador, de la derecha, que en el fondo no tiene otra intención que apartar a la izquierda de la posibilidad de gobernar, existe otro relato-debate mantenido desde el ámbito progresista sobre el reparto de responsabilidades de la izquierda en esta situación de estancamiento. En este relato, sin duda, resulta perdedor Unidas Podemos, partido al que se le atribuye la mayor parte de culpa en el fracaso de la investidura de Pedro Sánchez. Obviamente, también habrá que tener en cuenta la influencia mediática en este reparto de responsabilidades.
A la hora de analizar la situación desde el punto de vista progresista, he podido comprobar la práctica unanimidad de tomar como referencia del relato el discurso del portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en el pleno de investidura de Sánchez. En un tono deliberadamente pausado, el habitual provocador dio una lección magistral sobre la decencia política y la responsabilidad que debiera esperarse de unos pretendidos políticos de izquierda. Desde esa opción progresista desgranó Rufián su relato, ventilando rápidamente la zafiedad cavernícola de las derechas con un contundente e histórico “venceréis, pero no convenceréis”. Yendo al grano, advirtió al candidato Sánchez que no tenía mayoría absoluta por más que actuase como si la tuviera, que qué hacía mendigando la abstención de la derecha, que cómo había olvidado en su discurso a Euskadi y Catalunya, que casi ni citó a su supuesto socio preferente Unidas Podemos? En fin, que le pidió cuentas por casi haberse avergonzado de ser de izquierda. Le reprochó que estuviese jugando con la ilusión de millones de votantes y la responsabilidad histórica que ello podría suponer porque de seguir así, “los hijos de Aznar y Don Pelayo nos pasarán por encima”.
No fue menos contundente el reproche a Unidos Podemos por su inmadurez en el proceso de acuerdo con Sánchez. En este punto del relato es donde se comprueban mayores coincidencias de opinión pública. Centrar el debate en los cargos y no en los contenidos programáticos, pretender el ejercicio del poder desde la inexperiencia: “Ustedes (Unidas Podemos) tienen, con enorme respeto y cariño, cuatro años de vida. Cuatro años de vida por cuatro ministerios. Es extraordinario. Entren en el Gobierno y demuestren durante cuatro años que son mejores y cóbrenselo en unas futuras generales. Tienen la capacidad para hacerlo”. Reproches y advertencia que coinciden con el relato mayoritario que responsabiliza del fracaso al partido de Pablo Iglesias.
El diputado Rufián, contando las verdades del barquero, ha expuesto el auténtico relato de la decepción de la izquierda repartiendo culpas entre los dos representantes más significativos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que han reconocido públicamente por el peor de los procedimientos -medios de comunicación y redes sociales- su desconfianza mutua. Puesto a cantar las verdades en su certero relato, Rufián constata que este decepcionante desencuentro de la izquierda contrasta con la solidez pétrea de las derechas unidas, que “están encantadas de la vida y nos están aplaudiendo con las orejas. De hecho, a estas alturas si tuviesen que negociar ya tendrían pactados hasta los sobresueldos”.
Este es el relato más próximo a la realidad objetiva. Lo demás son excusas, falacias y puras consignas electorales.