Pedro Sánchez emprende mañana la carrera hacia la investidura con una ronda de contactos impredecible después de que decidiera sustraer a Unidas Podemos la condición de socio preferente y abrirse a una abstención de PP o Ciudadanos, las tres formaciones que en una misma jornada conversarán con el líder del PSOE. Todo apunta a que las negociaciones podrían prolongarse durante un mes y está por ver si finalmente se plegará a la exigencia de Pablo Iglesias de formar un Ejecutivo de coalición o si logrará que la formación de Albert Rivera le levante el veto. De momento, los pactos autonómicos acercan a socialistas y naranjas, ya que Ciudadanos se ha abierto a la posibilidad de acuerdo con el PSOE en Castilla y León, mientras que en Murcia la fuerza emergente podría hacerse con el Ayuntamiento a cambio de otorgar al PSOE el Gobierno territorial. Y como telón de fondo, las reticencias de Ciudadanos de hacer regidor de Madrid al popular Martínez-Almeida, y lo que acontezca en Nafarroa con la oferta de UPN a Sánchez como moneda de cambio del Ejecutivo foral pese a que ello pudiera finiquitar las intenciones de María Chivite y, nuevamente, al PSN.
El objetivo es que haya un gobierno “cuanto antes”, aunque las previsiones más optimistas señalan la primera o la segunda semana de julio como fechas probables para celebrar la sesión de investidura, después de que la ejecutiva federal socialista designe hoy a las personas que se encargarán de negociar con los otros grupos parlamentarios. Tanto al PP como a Ciudadanos Sánchez les ha demandado “responsabilidad” para no depender de los independentistas, los mismos que, junto a Unidas Podemos, le pusieron en bandeja de plata la moción de censura contra Mariano Rajoy hace un año. “Estamos en otra fase”, se excusan los socialistas. “O gobierna el PSOE, o gobierna el PSOE, no hay otra alternativa”, se jacta Sánchez.
Desde la marca morada le ponen como ejemplo al valenciano Ximo Puig, que ha mantenido varias reuniones con sus socios de Compromís y de Podemos a diferencia de lo que hace Sánchez que, no obstante, avisan, puede encontrarse con que tiene las de perder si deja pasar el tiempo y se pone a buscar los apoyos contrarreloj. Perciben en él la actitud de quien se cree que será presidente sin esforzarse, tal y como hacía el expresidente del PP cuando le tocaba lidiar con asuntos áridos, y aseguran que eso solo sucederá si Ciudadanos le brinda su apoyo sin condiciones.
las cuentas del socialista Iglesias no pedirá esta vez ministerios porque es sabedor de la fuerza que tiene -42 diputados frente a los 123 de Sánchez-, pero sí le gustaría obtener para Podemos una vicepresidencia ligada a competencias sociales. Otra de las cuestiones que buscará en la negociación es blindar una reforma fiscal y cambios en la legislación laboral, en concreto la derogación de la reforma de 2012. El líder socialista tampoco lo tiene fácil con el veto de Rivera, dispuesto a una repetición electoral. En la misma línea se sitúa el PP, ya que para Pablo Casado, Sánchez no se enfrenta a “una situación de bloqueo” sino a su propia incapacidad con quienes han sido sus socios. De no cuajar la vía navarra -de hacerlo, el PNV ya advirtió de que “tomaría nota- y Coalición Canaria sigue atorado en el no, Sánchez tiene 173 síes potenciales frente a 174 noes posibles de PP, C’s, Vox, UPN, ERC, JxCat y EH Bildu. Los tres diputados presos de JxCat no renunciarán a su acta y en la práctica funcionarán como abstenciones. Pero no bastan. Incluso aunque Oriol Junqueras, elegido eurodiputado, finalmente no dejara su escaño, habría un 173-173 y Sánchez tampoco sería investido. El socialista podría lograr la investidura con la abstención de la izquierda abertzale, los republicanos o posconvergentes, algo a evitar por los estrategas del PSOE. Un sudoku aún por desbloquear.
El PSOE suspira por un choque de trenes entre el PP y Ciudadanos, que además necesitan a la extrema derecha de Vox en numerosos feudos, para abrir una nueva fase con Rivera que les permitiría soñar con una abstención. Pero los negociadores de ambos bando lo ven harto improbable, por lo que los bloques quedarán de nuevo consolidados y Sánchez deberá buscar otras abstenciones para su investidura. Curiosamente, mientras en Nafarroa se exige que gobierna la lista más votada, eso no ocurre en otros sitios como en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid. Y casualmente donde parece que puede romperse la política de bloques es en Barcelona si Manuel Valls acaba regalándole a Ada Colau la Alcaldía en detrimento de ERC. Un escenario que podría tener consecuencias a nivel estatal, ya que los republicanos tendrían carta blanca para abandonar la vía del posibilismo y el entendimiento que habían emprendido y volver a la casilla de la unilateralidad, lo que agravaría el problema territorial en la nueva legislatura.