Bilbao - “Si yo gano, nadie pierde”. Este fue uno de los mantras de Pablo Casado en las primarias para convertirse en el líder de los populares. Nueve meses después, la realidad ha venido a desmontar esta máxima, tras cosechar el partido al peor resultado de su historia. En esta campaña ha insistido en que su adversario era Pedro Sánchez y que Ciudadanos se equivocaba de contrincante al atacarle, pero las urnas han demostrado que fue él quien se equivocó de enemigo al apuntar a la extrema derecha de Vox más que al centro.
Casado ha apostado todo a una carta, con unas candidaturas hechas a su imagen y semejanza y un partido “renovado” para volver a defender los “valores de siempre”, aquellos que propugnó en su momento el expresidente José María Aznar y que dejaron en el olvido la etapa de Rajoy.
Él ha sido el gran perdedor de la partida que se jugaba el domingo en las urnas, tras intentar competir con Ciudadanos y Vox por el espacio de centro derecha y situar la fragmentación de voto como su principal ariete de los últimos días.
Una batalla que lo ha llevado a rechazar la eutanasia y defender la caza, la tauromaquia y la vuelta atrás en la ley del aborto. Pero también medidas liberales en el ámbito educativo y sanitario o una rebaja de impuestos.
Casado inició la campaña electoral eufórico, y a mitad de la semana pasada confiaba en que comenzaba la remontada, pero el último día se le vio más prudente ante unos resultados que el partido preveía “imprevisibles”.
Hasta ahora uno de los peores momentos de su trayectoria política había sido la polémica por supuestas irregularidades en su máster en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid. Para estas elecciones Casado también confiaba en dar un vuelco a las encuestas, pero esta vez no pudo ser, ni mucho menos.