Recta final de campaña. Los debates a cuatro han clarificado algo el panorama. Si el recuento del domingo resulta un éxito para el PSOE buscará la geometría variable con un Gobierno monocolor y de independientes en una alineación ministerial diseñada a base de guiños. Tanto en este escenario como en otros, el factor personal va a ser importante de cara a alcanzar acuerdos. Por de pronto Sánchez e Iglesias comparten tono en contraposición con la inquina de Rivera contra el líder socialista. Si Sánchez sumase con Unidas Podemos, Compromís y el PNV, hipótesis imposible sin una altísima movilización de la socialdemocracia, la entente entre el sanchismo y el pablismo estaría mucho más cerca de consolidarse. El papel de Iglesias en los debates aviva un escenario de entendimiento. Estratégicamente, las formas más reposadas han sentado bien al líder de la coalición morada, que parece otro desde la moción de censura del año pasado. Iglesias se ha errejonizado sin dejar de ser Iglesias. Adaptación astuta tras el desgaste sufrido estos años, que le describe dispuesto a exprimir las posibilidades de una nueva coyuntura, ahora como muñidor.

Por la derecha, tres apuntes. Casado terminará la campaña confiando en evitar un sorpasso naranja, y soñando con una suma cuantiosa con Ciudadanos y Vox, para como mínimo conservar su liderazgo. Un desgaste controlado todavía podría imputarlo a la herencia de Rajoy. Si logra recuperar daños la debilidad puede traspasarse a Ciudadanos, convertido en la cara B del Partido Popular y Rivera en la cara B de Casado. La incontinencia gestual y verbal del líder naranja le ha vuelto a penalizar. En política todo comunica, y la ansiedad televisada no resulta presidenciable. Para competir con el PSOE de Pedro Sánchez y de Iván Redondo hace falta cintura y no sobreactuación. Para competir con el PP, un fichaje como el de Ángel Garrido suena a aceleración sin control. Rivera y su gente de confianza están empeñados en liderar la derecha justo cuando ese flanco está más ocupado y radicalizado, con Vox erigido como una de las incógnitas de la noche electoral. Incluso si pinchase en el momento definitivo, la ultra derecha cosechará un éxito nunca visto desde 1977. Una entrada sobre cuyos peligros no se incide demasiado, a la espera de que se consume.

Tres notas más con foco vasconavarro. Visto el guirigay en el que se convirtió por momentos el debate de Atresmedia, el PNV tiene razones para ir confiado a las urnas. En un Congreso de los Diputados colmado de histrionismo, las formas del PNV se premiarán por contraste. Por su parte EH Bildu puede tener cierto chance de última hora, en su entente con ERC ante el peso del nacionalismo español en el conflicto de Catalunya. El debate de esta noche en ETB servirá de termómetro. Por lo que se refiere a Navarra, el resultado global de los debates a cuatro deja un regusto amargo para Navarra Suma, y una buena noticia en el PSN y Unidas Podemos de cara a un reparto de escaños que, si bien se dibuja similar a las Generales de 2016, dada la excepcionalidad del momento tal vez pueda dejar margen para una sorpresa.