madrid - Tampoco en la segunda vuelta del debate televisivo se acordaron de Euskadi los cuatro candidatos a presidente del Gobierno español, salvo para utilizarla como arma arrojadiza y atizarse los unos contra los otros so pretexto del privilegiado o el terrorista vasco. Las alusiones a lo vasco en el debate del Atresmedia siguieron el guion del lunes en TVE y especialmente Pablo Casado y Albert Rivera no tuvieron reparos en utilizar despectivamente las referencias a lo vasco y a los partidos nacionalistas vascos.
Casado y Rivera solo se refirieron a Euskadi como arma arrojadiza contra Sánchez, que tampoco sacó a colación la cuestión territorial vasca y el modelo de Estado. Casualidad o no, los partidos que lideran tienen escaso predicamento en Euskadi: los populares, en franca caída en todas las citas electorales en esta década; y los naranjas, sin representación parlamentaria y de ningún otro tipo en las instituciones vascas.
Errenteria, Altsasu, la supuesta negociación de Bildu con PSOE en los decretos sociales, un hipotético acuerdo entre PNV y Casado, el cambio de la Ley Electoral para impedir a los nacionalistas entrar en el Congreso? son los iconos preferidos de los dos candidatos de la derecha para tratar de amilanar a Pedro Sánchez y vincularlo al terrorismo o a la voracidad del nacionalismo vasco para devorar la unidad de España. Aunque, en este capítulo, el recurso de moda es el independentismo catalán y sus endemoniados dirigentes liderados por Carles Puigdemont, Quim Torra, Oriol Junqueras o Jordi Sànchez.
El debate tuvo más intensidad que el previo, se abordaron más temas y con mayor profundidad y tuvo más ritmo, a pesar de los continuos rifirrafes que, en la mayoría de los casos, tuvo como protagonista a un hiper crispado Rivera. El líder de Ciudadanos intentó convencer desde el griterío y las interrupciones en el turno de palabra de sus adversarios. Si el día anterior sacó una foto de Sánchez con el president Torra en Pedralbes, ayer exhibió la de la secretaria general del PSE, Idoia Mendia, cocinando con Otegi y otros candidatos la pasada Navidad. Ello hizo que el diálogo fuera bronco aunque dinámico y menos plano que la víspera.
Era el ambiente propicio para recurrir a Euskadi y Catalunya y mentar a los partidos nacionalistas e independentistas a pesar de que los invocados no estaban presentes y por tanto sin capacidad de réplica. Casado y Rivera volvieron a intentar enjaular a Sánchez acusándole de haber pactado con los independentistas catalanes. Sánchez lo negó tajantemente y remarcó que esta acusación de ambos es algo “falso” aunque se empeñen en repetir “mil veces una mentira”.
Sánchez y Rivera se enzarzaron bruscamente e incluso se intercambiaron libros para atacarse mutuamente, lo que el socialista no hizo en el primer debate del lunes.