vitoria - Había una época en la que los programas electorales despertaban interés. Al menos para algunos sectores. Importaban antes de que empezara la campaña electoral, importaban durante esos quince días e incluso importaban tras las elecciones, cuando a la hora de cerrar acuerdos de gobierno, Julio Anguita imponía un único criterio: “Programa, programa y programa”. Importaban cuando los problemas principales ocupaban la agenda. Hoy, que el porcentaje de indecisos es en teoría tan alto, más que las propuestas importan los aliados y los pactos.
El PP y Unidas Podemos presentaron sus programas la semana pasada y ha habido que esperar a anteayer y a ayer para conocer la letra de la música que cantan PSOE y Ciudadanos. Vox, adaptado a los nuevos tiempos en los que el personal solo atiende a los formatos cortos, presentó en octubre en Vistalegre sus “100 medidas urgentes para España”. Tarde en algunos casos, pero los programas están ya sobre la mesa. Más como una tradición con la que hay que cumplir cada campaña que como documentos que decanten el 28-A y revelen grandes claves.
Los factores decisivos del debate hoy son otros. A Pedro Sánchez, con su perfil presidencial, el viento le sigue soplando a favor -pocos encuestados dicen que no le ven ganador- y tres cuartas partes de su base de votantes le es fiel. ¿Su programa electoral? El PSOE gobierna La Moncloa desde hace nueve meses y desde La Moncloa se edita el Boletín Oficial del Estado y los viernes sociales. No le hace falta más.
Los focos del PP, de Ciudadanos y de Vox apuntan en otras direcciones. Casi todas persiguen la misma imagen: la del padre severo ante los peligros del mundo. La idea del padre comprensivo y tolerante cotiza a la baja. En la mitad de una vorágine en la que de momento no se ha impuesto un gran tema de campaña, Pablo Casado habla de alguna que otra medida electoral -ayer se presentó como el aspirante de la “clase media y la España que madruga”-, pero termina en el trazo general: pide el voto a los “defraudados” con Sánchez, compite a la vez con C’s y Vox, que le cuestionan el liderazgo de la derecha española y, al mismo tiempo, sortea como puede los jardines en los que se meten candidatos que él nombró.
La última polémica la abrió Juan José Cortés sobre la prisión permanente revisable. El número 2 del PP por Huelva y padre de la niña Mari Luz vaticinó que el PSOE derogará la ley, porque Sánchez, que tiene “firmado un pacto con los terroristas”, “se sienta a la mesa con asesinos, criminales, violadores y pederastas que va a intentar dejar salir a la calle”.
El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, describió ayer la afirmación de Cortés y de paso, valoró la campaña española: “Parece que decir gilipolleces tiene premio”. La competición entre el PP, Ciudadanos y Vox -marcada por trasvases de votos impredecibles y el miedo de que los números no den para alcanzar La Moncloa- contribuye a ello.
Perfiles cuanto más duros, mejor. El primer punto del programa que los naranjas, que han vuelto al cuponazo, publicaron ayer sus intenciones: “Aplicaremos el artículo 155 hasta asegurar el restablecimiento de la Constitución en Catalunya para garantizar la convivencia entre todos los catalanes, así como el respeto a las leyes y las sentencias”.
De nuevo, la independencia de Catalunya, que, según el último CIS, es el octavo problema más importante para la ciudadanía española (11%). CIS en mano, preocupan más, entre otros, el paro (61,8%), la corrupción y el fraude (33,3%), los/as políticos/as en general, los partidos y la política (29,1%) y los problemas relacionados con la calidad del empleo (11,1%). Apunte: la prisión permanente revisable no está entre las respuestas espontáneas. ETA, tampoco.
Para el PP, C’s y Vox, sí. Esta última formación tampoco necesita programa: su programa son ellos. A diferencia del sobreexpuesto Pablo Casado, que celebra cuatro o cinco actos al día, Santiago Abascal asoma poco. Deja que sobre Vox hablen sus actos. La fiebre verde, como en su día la morada, llena auditorios, sobre todo en la España rural, con las mismas claves que prometió en Andalucía. Ahora apenas ha entrado a proponer medidas concretas que terminaron por influir en la agenda andaluza. La próxima semana, la decisiva, la pueden marcar ellos. Con más razón si quedan fuera del debate de Atresmedia.
Hasta el momento, al PSOE le vale con presentar su perfil gubernamental; a Unidas Podemos el caso Villarejo le da cierta cancha y la derecha tampoco necesita un programa electoral: muchas preguntas se pueden responder con la combinación de procés, ETA, legislación penitenciaria, indultos y “amigos de Sánchez”.
En una época en la que más voto se decide en los últimos días, es cuando, salvo en latitudes como Euskadi, menos se habla de propuestas. Caen a cuentagotas. En el único debate televisivo que puede que protagonicen los principales candidatos -que ya dejaba fuera a formaciones como PNV y EH Bildu, y que la Junta Electoral pidió ayer reformular por la presencia de la extraparlamentaria Vox-, las propuestas electorales se debatirían en el mismo bloque de los tres en los que se divide la cita. Significativo. Los otros dos serán los pactos, y el modelo territorial y Catalunya, de la que se hablará más después de que la Junta Electoral diera ayer luz verde a Oriol Junqueras (ERC) para dar el viernes una rueda de prensa. Atención.
Los grandes problemas siguen ahí: la situación económica con la incertidumbre a medio plazo, el futuro del Estado del bienestar, la igualdad y el modelo territorial de Estado. Ningún partido logra imponerse con un tema al que los demás entren. Cada uno va a lo suyo. Así se les han ido cinco días y tantas polémicas.