JxCat y ERC libran en las elecciones del 28 de abril un nuevo pulso por la hegemonía soberanista, una disputa soterrada que esta vez incorpora un elemento sensible, como es el duelo directo entre candidatos encarcelados, y que discurre en paralelo a un temor compartido: el voto útil a los socialistas. A diferencia de anteriores citas, las dos principales fuerzas independentistas deben competir con otra candidatura que sitúa la “república catalana” en su horizonte: Front Republicà, una coalición de la que forma parte una organización vinculada a la CUP.
Desde 2015, cuando por primera y única vez se formó una lista independentista unitaria -Junts pel Sí, que se convirtió en fuerza mayoritaria en el Parlament-, los herederos de Convergència y ERC han pugnado por liderar este espacio en tres ocasiones. En la doble contienda electoral de 2015 y 2016, cuando hubo que repetir elecciones, la candidatura de ERC pilotada por Gabriel Rufián y Joan Tardà superó a los convergentes -con Francesc Homs a la cabeza- por 9 a 8 escaños, si bien la fuerza vencedora de los comicios en Catalunya fue En Comú Podem, de Xavier Domènech.
Parecía que ERC acariciaba por fin su sueño de desplazar al centroderecha convergente del liderazgo del espacio soberanista, pero en las elecciones catalanas sobrevenidas el 21 de diciembre de 2017, tras el traumático mes de octubre posterior al 1-O y con el artículo 155 de la Constitución ya en plena aplicación, la lista republicana encabezada por Oriol Junqueras sucumbió ante JxCat; Carles Puigdemont le ganó la partida: 34 a 32 diputados.
Según la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat, ERC parte como favorita para ganar en Catalunya el 28A (14-15 escaños), muy por encima de JxCat (5-7). Pero los republicanos son especialistas en vencer en sondeos que levantan unas expectativas que luego, en las urnas, se ven a menudo defraudadas, y en eso confían en las filas de JxCat, en una remontada que como mínimo les permita acortar distancias.
En medio de esta batalla implícita por erigirse en la referencia del independentismo, hay un temor que ERC y JxCat comparten en esta campaña: la fuga de apoyos hacia el PSC, que puede capitalizar voto útil soberanista por el miedo de buena parte del electorado a una triple alianza de PP, Ciudadanos y Vox, que ya han abierto la puerta a una nueva aplicación, más intensa y prolongada, del 155. Por ello, los mensajes de los candidatos independentistas en charlas, debates y mítines concentran el fuego en acusar a los socialistas de querer formar gobierno con Ciudadanos y de no tener reparos a la hora de intervenir de nuevo la autonomía catalana.
Para atraer voto soberanista, ambas formaciones juegan la carta de los presos que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo. ERC presenta como cabeza de lista a su presidente encarcelado, Oriol Junqueras, mientras que el exconseller Raül Romeva, también en prisión preventiva y juzgado por el 1-O, es candidato al Senado. JxCat ha repartido a sus propios presos como cabezas de cartel en las distintas circunscripciones: Jordi Sànchez por Barcelona, Jordi Turull por Lleida y Josep Rull por Tarragona, mientras que Jaume Alonso-Cuevillas, abogado de Puigdemont, es número uno por Girona. El futuro inmediato de los candidatos ahora en prisión preventiva está en manos del Tribunal Supremo, a quien compete darles permiso para tomar posesión y decidir su posible suspensión de funciones.
En las semanas previas a la campaña, el independentismo ha mantenido vivo un debate interno: ¿para qué deben servir sus diputados en Madrid? ¿Deben apoyar una nueva investidura de Sánchez para evitar que PP, Cs y Vox pisen la Moncloa? ¿O hay que aprovechar cualquier oportunidad para hacer ingobernable la política española mientras no se resuelva la cuestión de los presos y del referéndum?
La tentación de bloqueo es elevada en el seno de JxCat, donde los perfiles moderados del PDeCAT -partido heredero de CDC integrado en la lista-, como Carles Campuzano o Jordi Xuclà, han sido derrotados por los afines a Puigdemont y han desaparecido de las listas. Laura Borràs, número dos de JxCat por Barcelona al Congreso y que ha sido una de las conselleras más cercanas al president Quim Torra, es la cara visible de la candidatura y ya ha advertido a Sánchez de que se puede ir olvidando de sus votos si no se mueve para facilitar un diálogo sobre autodeterminación y una solución para los presos.
También ERC -que ante la ausencia de Junqueras deja que sea Rufián, número dos de la lista, quien lleve el peso de la campaña- ha avisado al PSOE de que no le concederá un “cheque en blanco” para una eventual investidura, pero se ha mostrado menos taxativa a la hora de marcar líneas rojas, en coherencia con su estrategia en los últimos tiempos, más pragmática que la de sus socios en el Govern.
Por último, queda por despejar la incógnita de Front Republicà, coalición formada por Poble Lliure -organización integrada en la CUP-, Som Alternativa -la plataforma del exsecretario general de Podem Catalunya Albano Dante Fachin- y Pirates de Catalunya. Las encuestas dan a Fachin opciones de entrar en el Congreso, y si eso se materializa, su papel será simple: bloqueo institucional hasta que se reconozca el “mandato” independentista del 1-O.