madrid - A nadie se le escapa que Pedro Sánchez ansía el control de la federación más importante del partido, la andaluza, y su sector ya manejaba incluso antes del batacazo electoral el nombre de la actual ministra de Hacienda, María Jesús Montero, como sustituta de Susana Díaz, una operación que se estaba larvando a medio plazo otorgando a la primera de ellas un relevante protagonismo en los meses que lleva al frente de su cartera. Ferraz no quiere un enfrentamiento con la presidenta en funciones de la Junta y esperará a la evolución de los acontecimientos a sabiendas además de que Díaz tiene el pleno control del aparato del partido y el respaldo de la mayoría de las provincias andaluzas, por lo que podía doblar el pulso a cualquier envite del sector crítico andaluz.

Los sanchistas andaluces lo que sí creen es que no se pueden quedar de brazos cruzados y, además, se temen que Díaz quiera seguir a toda costa, aunque sea en la oposición, emulando la travesía del desierto que pasó Guillermo Fernández Vara en Extremadura, cuando perdió el poder y luego lo recuperó cuatro años después. Es por ello que piensen en Montero como persona de consenso, ya que fue consejera de Díaz -responsable de Hacienda entre 2013 y 2018- y mantiene unas buenas relaciones con la presidenta y todo su entorno más cercano de poder. A esto se une que tiene la consideración y el apoyo de Sánchez y de destacados dirigentes de Ferraz que no ocultan, en privado, que sería una gran apuesta. Otra cosa es que Montero aceptase el reto porque no querría enfrentarse con la líder andaluza y porque además no se ve como una persona de aparato dentro de sus filas.

Pero el sanchismo se quiere mover, como ya quiso hacerlo cuando Díaz hizo las listas al Parlamento andaluz, donde quedaron fuera todos los considerados seguidores del actual presidente español y secretario general del PSOE. En aquella ocasión, se planteó intentar dar la batalla en algunas provincias, pero fue el propio Sánchez quien lo frenó para no abrir disputas con Díaz. - I. Santamaría