La opinión generalizada, aunque sin matices ni indulgencias, es que los políticos disfrutan de unas vacaciones excesivas comparables -si no más- a las que se suponen para los enseñantes. Lo cierto es que si uno se asoma a los medios de comunicación comprueba que la política ha seguido llenando páginas y páginas como si no hubiera un mañana. Pero, ojo, los que dan el callo son los que figuran en el cartel, los más altos en el escalafón y también los aparateros, los que discurren cada día un titular y los que desde la sala de máquinas señalan las estrategias. Estos sí pueden presumir de apenas catar las vacaciones. Pero los que se limitan a levantar la mano o apretar el botón cuando toca, o sea, la masa, los que hacen bulto, esos sí que han vacacionado como escolares o aún más. Pues se acabó lo bueno. En el Parlamento de Gasteiz bronceadas, lucidas, saludables, sus señorías han vuelto a clase y además dándose de bruces con un toro bravo, el pleno de política general. Y hay que reconocer que le han echado horas, que se lo traían muy preparado, que no han faltado cámaras, micrófonos y grabadoras. Pero también hay que reconocer que, una vez más, tanta exhibición no ha impresionado al paisanaje. Quiero decir a la gente, al común de los ciudadanos/as, que apenas si se ha inmutado tras haber visto, escuchado o leído todo lo que dieron de sí las casi diez horas de discursos. Y ello es así, digo lo del desinterés de la gente, porque una vez más todos y cada uno de los discursos fueron totalmente previsibles, a piñón fijo, de forma que lo que ahí se dijo se viene diciendo casi desde tiempo inmemorial.

Quizá sea el propio formato del pleno, un diseño encorsetado, tasado y embutido en tiempos y en turnos, el origen del aburrimiento general que se deriva de un debate supuestamente trascendental porque en él se trazan las líneas básicas de la gobernanza para la Comunidad. Según ese formato, el lehendakari tiene que aprovechar su tiempo para enfatizar los logros de su gestión y la oposición está obligada a impugnar esos logros y a vilipendiar esa gestión. En el pleno del jueves, nadie se salió del guion y todos fueron a piñón fijo. El discurso elaborado por el lehendakari fue contestado por discursos a su vez elaborados como respuesta, dijera lo que dijera. Nadie se bajó de su burra ni la compartió con nadie. Todo absolutamente previsible, incluida la falta de entusiasmo, la carencia de interés con la que el personal reaccionó al solemne pleno de política general, antes del estado de la Comunidad. Rascando un poco, sin embargo, pudo percibirse que sus señorías le echaron un punto de mala leche y algún espasmo que otro por aquello de que estamos ya en época preelectoral. Hubo un ramalazo de crispación en algunos discursos, contaminados por el ambiente enrarecido que se respira en el ruedo ibérico entre adversarios políticos. Quizá fuera este espacio para el exabrupto lo único que se salió del guion ya que, afortunadamente, aquí no hay másteres chungos que roer.

El contenido del discurso del lehendakari fue exhaustivo y puede decirse que no dejó asunto sin tocar, por más que los medios de comunicación -sobre todo los españoles- decidieron fijarse en lo que consideraron tema estrella, es decir, el nuevo estatus. Habló Urkullu de ampliar el consenso, de no reducirlo a solo los abertzales, pero el guion pedía protestar por el acuerdo excluyente, por querer romper España y copiar el procès catalán. También era previsible esta arremetida, como era previsible la embestida de Elkarrekin Podemos contra las políticas antisociales del Gobierno Vasco -del PNV, obsesivamente-. Como era previsible que el PP definiese el proceso hacia un nuevo estatus como una independencia camuflada. Como era previsible que EH Bildu considerase imposible ensanchar el consenso, tal como pedía el lehendakari. Como era previsible que el PSE exigiera que el acuerdo no fuera inclusivo. Aquí todos se ciñeron al guion. De todos estos enunciados, así, en bruto, el personal estaba ya perfectamente enterado. No en vano llevamos meses, quizá años, mareando esta misma perdiz.

Nada nuevo, por tanto. Ramalazos y exhibición de oradores intentando echarle ingenio para que con escasas y variadas perlas o exabruptos consiguieron cumplir con lo que se esperaba, un pleno bronco, interminable, en el que nadie cedió ni un milímetro. Y aquí el personal de a pie, el contribuyente al que atiborraron de pleno de política general desde el punto de la mañana hasta la hora de la afarimerienda, una vez más ha podido comprobar que la política es de piñón fijo.