Los debates de política general se parecen a una obra de teatro en la que está escrito y ensayado el guion mucho antes de que suba el telón. Es preceptivo que el Ejecutivo hable de logros y, en el mejor de los casos, de retos (sí lo hizo el lehendakari Urkullu); y también que la oposición afee el gobierno de aquel.

El Parlamento Vasco fue el escenario el jueves del correspondiente a 2018. Efectivamente podíamos esperar a priori cuál sería el tema estrella del día: el acuerdo de la ponencia de autogobierno para un nuevo Estatuto que decidió legítimamente la mayoría parlamentaria de EAJ y EH Bildu (61.33%).

Por un lado, fue esperanzador oír a Maddalen Iriarte ofrecer una mano tendida por el bien del país. Por otro, no sorprendió que PP, PSE y Podemos mostraran su oposición, aunque si entráramos a valorar sus argumentos, podría compararse su escenificación parlamentaria con una mala comedia española de aquellas de la época franquista. Porque, por ejemplo, dijeron que quieren construir país mientras se niegan a cualquier reconocimiento de la nación vasca y a una relación entre iguales con España o acusaron a PNV y EH Bildu de no respetar la pluralidad. Es de risa.

En todos estos años los argumentos han ido variando para no respetar la voluntad del pueblo vasco. Cuando el franquismo, se les llenaba la boca defendiendo -aparentemente- nuestro derecho de autodeterminación porque sabían que así conseguían adhesiones; tras eso era ETA el argumento; ahora se les ha acabado y tenemos que oír con tranquilidad -aunque nos cueste- eso de la pluralidad, la transversalidad, etcétera... que es lo mismo que “no os vamos a dejar avanzar ni siquiera democráticamente”.

Solo una pregunta: ¿Si esos partidos tuvieran la misma representación parlamentaria que ha dado la ciudadanía a PNV y EH Bildu, cuáles serían sus argumentos para sacar adelante una reforma que rebajara nuestros maltrechos derechos históricos contemplados en el Estatuto de 1979? Solo hay una respuesta posible.

La verdad es que a veces pienso que no hay nada que hacer, pero, bueno, para eso están nuestros políticos y políticas nacionalistas vascas a quienes hay que suponer inteligencia y buen hacer para cumplir con la voluntad popular. Difícil trabajo el que tienen en esta tragicomedia larga y pesada.

La designación de Jaime Ignacio del Burgo por el PP para el llamado grupo técnico de reforma del Estatuto vasco me ha llamado la atención. Vistas sus intervenciones en prensa y su tradicional posición antivasca, solo se puede esperar enfrentamiento y crispación interesadas y bien aireadas en los medios para intoxicar y enturbiar el futuro del nuevo estatus.

Es de sobra conocido cómo su grito de guerra ha sido ‘¡Que vienen los vascos, peligro!’. Lo que refleja perfectamente esa Navarra, codiciosamente fracturada en dos, que en muchos momentos ha parecido más un coto privado de unos pocos que otra cosa. No tuvieron suficiente en 1936.

A modo de amoroso homenaje a ese territorio me vienen a la cabeza estos versos cantados por Benito Lertxundi: “Nafarroa, anai zaharra/kondairaren lehen sustarra/bego higan arbasoen/amets hura” (Navarra, hermana/raíz de nuestra historia/permanezca en ti el sueño de nuestros antepasados).