Barcelona - “Hay otros muchos días al año para hablar de monarquía o república”, proclamó el pasado domingo la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, instando a no politizar el acto del próximo viernes de homenaje a las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils. Pero la regidora de la capital catalana, a la espera la visita del rey Felipe VI a estos actos, no se ha escapado de esta controversia, ratificando unas declaraciones en las que consideró la institución monárquica “antidemocrática y corrupta”, opinión personal que ya hizo pública el 14 de abril de 2014, cuando ni era alcaldesa ni sonaba como candidata de lo que después fue Barcelona en Comú. Cuatro años después de aquellas declaraciones y a escasas horas de una nueva visita del rey a la Ciudad Condal, en las horas más bajas de la popularidad de la monarquía en Catalunya por la declaración pública de Felipe VI dos días después del pasado referéndum del 1 de octubre, y con una amplia parte de la sociedad rechazando no solo la presencia real sino la pervivencia de esta institución, Colau reiteró ayer que piensa “exactamente lo mismo”.
La alcaldesa lo hizo a través de su cuenta oficial de Twitter en réplica a un requerimiento del editor Eduard Voltas, que le recordaba lo que había dicho hacía cuatro años. Con todo, Colau quiso circunscribir su opinión al debate actual recordando que con motivo de la conmemoración del 17-A ella no quiere ser “protagonista”, sino que solo quiere “acompañar con respeto a las víctimas”, actitud que justificaría la presencia de Felipe VI, aunque Voltas no había aludido al día de los atentados. Lo cierto es que lo que suceda la jornada del 17-A resulta impredecible porque el soberanismo no está dispuesto a olvidar la actitud del rey pese a no querer restar protagonismo a las víctimas de los atentados. La agenda de Quim Torra pasa por acudir al acto con Felipe VI y darle su documento reivindicativo, para estar presente por la tarde ante la cárcel de Lledoners, dónde están presos Oriol Junqueras y Joaquim Forn. Una concentración convocada por la ANC y Òmnium Cultural, con la que mundo independentista pretende contrarrestar el acto con el monarca y las máximas autoridades del Estado, incluido el presidente español Pedro Sánchez. Aunque en los últimos días la ANC y Òmnium se han desmarcado de organizar virulentas acciones de protesta, la CUP prepara un evento paralelo para denunciar el “negocio de la guerra”, y está por ver cuáles serán las acciones de los denominados Comités de Defensa de la República, los llamados CDR.
mirando a las urnas En lo que respecta a Colau, está más centrada en preparar el asalto a las municipales de 2019, donde a priori competirá con Manuel Valls, por Ciudadanos, con Ferran Mascarell, del PDeCAT, y Alfred Bosch, de ERC. La alcaldesa y su entorno aseguran sentirse con fuerza y argumentos para sujetar el bastón de mando otros cuatro años en Barcelona y ampliar su representación y el número de alcaldías en el área metropolitana. Todos, incluido, Xavier Domènech, el líder de Catalunya en Comú, son conscientes de que conservar la capital catalana es crucial para consolidar su proyecto político. Los comicios del próximo mayo se presentan como un episodio más de la pugna entre el independentismo y el constitucionalismo y en especial el gobierno de Barcelona será la unidad de medida con la que se determinará la victoria o la derrota de los dos bandos. Los comunes están en medio, o al menos así se perciben a sí mismos. Colau quiere evitar que la campaña se centre en el eje nacional, en el que su partido siempre se siente incómodo, como ya se vio el 21-D cuando, en un escenario de polarización nacionalista como aquel, su suelo electoral se hundió, de ahí que prime el corte social.
En una entrevista con El País, Colau admitió que le dolió “la guerra de banderas en la manifestación a la que asistió el rey” tras los atentados y subrayó que en el primer aniversario del atentado todo el mundo será bienvenido. “Me causó vergüenza por las víctimas. Todas las ideas son legítimas pero es una barbaridad que alguien busque polémicas para sacar rédito político en un momento así. Es moralmente repugnante”, añadió, pidiendo un papel discreto de las instituciones, ya que “no hay que personalizar ni en el rey ni en nadie”, remarcó, confesando que lloró muchas veces aquellos días. En el momento del ataque yihadista Colau estaba en una casa rural cerca de Ripoll junto con sus hermanas y su bebé de cuatro meses.