El acuerdo alcanzado entre el PNV y el PP para la subida de las pensiones y su revalorización según el coste de la vida (IPC) ha dejado a muchos colgados de la brocha. O, en este caso y literalmente, de la pancarta. Y a otros, como Ciudadanos, les ha desbaratado -al menos, de mo-mento- una calculada y sucia estrategia plagada de mentiras contra el nacionalismo y cuyo único objetivo es que Albert Rivera llegue a La Moncloa antes de que se apague su estrella, reflejada en las encuestas.
Los expertos nos recuerdan que, a la hora de ponernos en carretera, evitemos dos grandes males: no guardar la distancia de seguridad y evitar el síndrome del carril izquierdo. A Ciudadanos le ha sucedido lo primero. Se ha querido arrimar tanto al PP antes de adelantarle por la derecha que ha chocado con su trasero. Otros, dueños como se sienten del carril izquierdo por el que solo circulan pero sin la velocidad suficiente, son incapaces de entender aún qué ha pasado para estar cada vez más lejos en vez de más cerca.
“Es la economía, estúpido” fue uno de los lemas que utilizaron los asesores de Bill Clinton -y que hizo fortuna- durante su campaña electoral contra George Bush padre con el objetivo de no olvidar nunca la importancia de las cuestiones que importan y que afectan a la gente. O sea, la política de las cosas. El problema es que muchas veces “los problemas de la gente” solo se utilizan como eslogan, como frase en la pancarta. Por eso cuando la política surte efecto, choca y desconcierta.
El acuerdo para subir las pensiones no arregla el gravísimo problema del futuro y la sostenibilidad del sistema. Eso es obvio, y nadie lo niega. Pero alivia una situación injusta, atiende una demanda social y gana tiempo para buscar una solución real más allá del eslogan.
De ahí que las críticas al acuerdo se hayan tenido que ir por los cerros de Úbeda. La incomodidad de Podemos Euskadi y de EH Bildu, así como de ELA y LAB, hay que entenderla en esta clave de achicamiento de espacio y tacticismo electoralista, porque la izquierda política y sindical del Estado, tras el shock inicial, no ha tenido más remedio que aplaudir el pacto.
¿Sostiene el PNV con este compromiso a Rajoy, como dicen Lander Martínez e Iker Casanova? Habrá que recordar que Ra-joy es presidente con el voto en contra del PNV y la abstención del PSOE, que no pudo conseguir el apoyo de Podemos para investir a Pedro Sánchez. Y en este tiempo el panorama ha empeorado. No hay alternativa, hoy por hoy, a Rajoy más allá de Albert Rivera. De Guatemala a guatepeor.
Porque los términos del acuerdo sobre las pensiones podían haber sido planteados y negociados por los socialistas o los podemitas, incluso al margen de los Presupuestos. Pero el no es no y el nada con Rajoy les impide siquiera imaginarlo. Aún están pensando qué es lo que ha pasado.
¿Y qué ocurre con Catalunya y el compromiso del PNV de no negociar los Presupuestos mientras siga en vigor el 155? Andoni Ortuzar explicó ayer que esa línea roja se mantiene, y el elogio de los partidos catalanes al pacto así lo avala. Aún no hay acuerdo para aprobar las Cuentas y lo que ayer se aprobó en el Congreso con el apoyo jeltzale es su mera tramitación. Queda prácticamente un mes.
Lo que sí hace el PNV es situar el balón en el tejado tanto del Gobierno español como de los partidos independentistas. Estos deben decidir si forman Govern, una necesidad imperiosa para no seguir deteriorando el autogobierno. Y Rajoy debe cumplir su compromiso de levantar el 155 en cuanto haya gobierno y de entablar el diálogo para resolver el conflicto.
En resumen, fiel a su estilo, el PNV ha aprovechado una enrevesada coyuntura que convertía en oro sus cinco votos: la urgente necesidad de Rajoy, la debilidad y bisoñez de sus oponentes y la peligrosa amenaza de Rivera. Todo ello, con la virtuosa explotación de los caprichos del calendario, que hacen coincidir prácticamente la votación de los Presupuestos con la fecha límite para evitar nuevas elecciones en Catalunya. Pero eso es la política, estúpidos.