La imagen de Soraya Sáenz de Santamaría, riéndose al informar a la prensa del recurso del Gobierno español contra la candidatura de Puigdemont a la presidencia de la Generalitat, me ha parecido de lo peor que he visto últimamente (y eso que esa gente nos da bastantes oportunidades de sentir vergüenza ajena).
Hasta el Consejo de Estado les ha recomendado no seguir por esos derroteros, pero, erre que erre, continúan demostrando la débil convicción democrática de ese partido que solo sirve para generar líos. Por algún lado tiene que salirle mal a Rajoy su caradura de poner carita de bueno mientras miente como un bellaco y pretende que olvidemos su mala gestión, la corrupción de la que parecen no arrepentirse y la deriva del Estado hacia las posiciones más ultras y antisociales.
Visto desde Euskadi, resulta repugnante comprobar cómo ese gobierno se jacta de incumplir los mandatos de la ciudadanía catalana llevando a sus electos y electas a la cárcel. Mientras, la España cañí le jalea las gracias al más puro estilo cutre de la Falange, las Jons y toda la cuadrilla franquista. Entretanto, el PSOE calla.
Puede que este artículo no aporte nada más que recoger el rechazo de muchas personas a esa manera de gobernar para los menos fastidiando a los más, pero no me resigno a no denunciar la política de quienes demuestran más interés en la negación sistemática de los derechos de los demás que en otra cosa.
Claro que hablo ahora de los derechos de los pueblos catalán y vasco, pero también de muchas otras consecuencias de una acción de gobierno de esa derechona que baja y pone en riesgo las pensiones, da por buenas las diferencias salariales de hombres y mujeres, que arremete en cuanto puede contra la opción sexual distinta a la que marcan los códigos opusdeistas, que quiere eliminar de raíz las diversas maneras de entendernos en sociedad o tantas otras de una larga y lamentable lista.
Por extenderme solo en una de ellas; me referiré ahora a lo comentado por Rajoy en una entrevista de radio el miércoles. Se quedó tan pancho quitándole importancia a la desigualdad salarial de las mujeres con respecto a los hombres (la brecha salarial es de un 14,9%, según la Agencia Estadística de Europa, Eurostat). Reprobable que el presidente español se salte todas las recomendaciones de la Comisión Europea y sus propias leyes que, aparentemente, defienden la igualdad. ¿Para qué tanta pantomima de la gente del PP hablando de igualdad cuando su jefe de filas pasa ampliamente de la evidente y demostrada desigualdad?
Vuelvo a Catalunya. Roger Torrent, presidente del Parlament, ha convocado legalmente el pleno de investidura para el próximo martes día 30 de enero. Puigdemont, elegido democráticamente por la ciudadanía catalana, volverá a casa, aunque corre el riesgo de no poder ser investido, ya que si se presenta le detienen y si no, también. ¡Tendría narices que pesaran más las decisiones del gobierno español, vía la Judicatura, que las de la ciudadanía!
Junts per Catalunya y ERC representan la mayoría legítima en Catalunya. En Madrid se la saltan a la torera, pero, cuidado, porque podrían estar incurriendo en un delito tipificado en el Código Penal por imposibilitar el ejercicio de su cargo a los y las elegidas el 21 de diciembre pasado.
En otro tiempo fue Euskadi, ahora le toca a Catalunya ser la disculpa del PP para todo y, fundamentalmente, para justificar la involución democrática a la que aspiran y que, en cierta medida, ya está en marcha.