Los autos de fe eran ceremonias públicas organizadas con gran boato por la Inquisición en los que los impíos, herejes, infieles y condenados se arrepentían, abjuraban de manera solemne de sus presuntas creencias y renunciaban a toda palabra, obra u omisión contraria a la Santa Madre Iglesia católica, obteniendo así el perdón y librándose (o no...) de la condena, el suplicio y el “fuego purificador”. No dejaban de ser actos para el control social. El miedo al tormento empujaba a la confesión -muchas veces, a actos ni siquiera pensados- y a la renuncia, que a su vez se trasladaban al pueblo.

La renuncia tiene un fuerte componente religioso ya desde el mismo bautismo: “¿Renuncias a Satanás, y a todas sus obras y seducciones? ¿Renuncias al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios? ¿Renuncias a las seducciones de la iniquidad, para que no te domine el pecado?” “Sí, renuncio”.

El brazo de hierro judicial, unido al de acero político (el artículo 155), está obrando el milagro en Catalunya. El Tribunal Supremo es la Santa Inquisición de hoy. La palabra renuncia retumba en los templos de la justicia y de la política. Los líderes del independentismo, los Jordis, expresidentes de la ANC y Òmnium Cultural, las dos organizaciones sociales que más han empujado por extender la idea de la soberanía, tejer complicidades y presionar para crear las condiciones para la proclamación de la república, anunciaron ayer ante el juez que renuncian a la vía unilateral. Sànchez incluso renunciará a su escaño si se opta por la unilateralidad. También el exconseller Joaquim Forn, que estaba al frente nada menos que de la Consejería de Interior -y por tanto era el responsable político máximo de los Mossos- dimitiría si se opta por la independencia sin acuerdo previo.

Carme Forcadell, la presidenta del Parlament, renuncia a repetir al frente de la Cámara catalana. El expresident Artur Mas deja la presidencia del PDeCAT para “dar paso a nuevos liderazgos”, aunque a nadie se le escapan discrepancias políticas y estratégicas con Puigdemont. El exconseller de Justicia Carles Mundó deja su escaño por motivos personales.

Todos ellos -como antes otros, incluido Santi Vila, que, como fue el primero, fue tachado de traidor- tienen algo en común: están imputados (investigados).

Asistimos, por tanto, a continuos autos de fe, ante la estupefacción de los independentistas: renuncia a cambio de libertad. En el unionismo se jactan de la “desbandada” -que en ningún caso lo es- mientras advierten de que todo es falso. Lo sea o no, con la espada de Damocles judicial la política catalana entra en una nueva dimensión. La renuncia política a la unilateralidad debe tener su contrapartida también política. Rajoy debe hacer también su auto de fe: renuncia al 155, a la represión, al no diálogo, al no acuerdo. Vade retro.