Si tuviéramos que extraer alguna lección de este 2017 que despedimos quizás sea la de resaltar lo positivo del diálogo frente a las consecuencias negativas del enfrentamiento. El ejemplo más palmario es lo sucedido en Catalunya, donde lejos de desactivarse un problema político, la escalada de imposiciones nos deja un panorama muy preocupante para el futuro próximo. Sí, fue un error de cálculo declarar una independencia que, por un lado, no tuvo efectos prácticos para el nacimiento de una república y, sin embargo, actuó como espoleta de un poder represor que persiste a día de hoy y que constituye además una amenaza de Estado contra las naciones que quieren ejercer sus derechos.
Si pudiésemos rebobinar, estoy seguro de que algunos de los líderes independentistas que hoy sufren las consecuencias de una represión injustificada cambiarían de estrategia. De hecho, todo apunta a que la legislatura que va a echar a andar en Catalunya no va a transitar otra vez por ese camino y cada vez se ha retomado más la idea primigenia (nunca la abandonaron) de apostar por un diálogo. Sucede que en esa hipotética mesa también está un Gobierno español que no está por la labor de abordar sin límites un diálogo que permita abordar el núcleo del conflicto político. Pero incluso siendo así, parece más efectivo insistir en el diálogo que optar por el enfrentamiento abierto.
En Euskadi nos espera, otro años más, la búsqueda de un acuerdo para actualizar el autogobierno y logrado ese consenso interno plantearlo al Estado. No es una tarea fácil, pero cualquier otra opción parece peor. El principio de realismo y de oportunidad política nos ha traído la renovación del Concierto y el Convenio y ese espíritu debe ser el que guíe los retos políticos que nos esperan para 2018. No va a ser sencillo, porque se adivinan turbulencias graves en la política española con el creciente peso que pueda tener el discurso del nacionalismo español que abandera Ciudadanos. Pero insisto, no hay otra vía mejor que trabajar en la búsqueda de acuerdos.
Otro campo en el que es necesario ampliar los acuerdos es en el relativo a la convivencia tras el final de la violencia. Las reacciones al informe sobre las torturas, la ausencia del PP en los actos unitarios en recuerdo a las víctimas, el inmovilismo en la política penitenciaria, los nulos resultados prácticos del debate en las cárceles (¿dónde quedaron aquellas peticiones individualizadas que iban a efectuar los presos para acceder a beneficios penitenciarios?) y la falta de una profundización en la autocrítica de quienes apoyaron la violencia, nos enseñan que habrá que insistir también aquí en el diálogo. Tarea no falta para 2018. Urte berri on!