Madrid - El silencio ha sido la tónica general en Podemos tras un 21-D del que salieron tocados. Semana y media después del golpe electoral en Catalunya, ninguno de los primeros espadas de la formación a nivel estatal ha salido a valorar la fallida apuesta por Catalunya En Comú-Podem (CatECP) con Xavier Domènech al frente. Perdida la llave de la gobernabilidad que deseaban disponer al perder tres escaños con respecto a 2015, la caída de los comuns ha agudizado las dificultades de la formación morada para consolidarse a nivel estatal. Vencedores en las elecciones generales, sobre todo en dos zonas tan sensibles políticamente como Catalunya y la CAV, la organización capitaneada por Pablo Iglesias sigue pinchando en hueso en los comicios autonómicos, lo que le hace perder músculo de cara a afianzarse en el Estado como fuerza de gobierno.
En un año tan vertiginoso como convulso, tanto por la volatilidad de la política general como por las disputas ideológicas y organizativas a nivel interno, Podemos ha visto cómo perdía posiciones en una pieza clave de su ensamblaje territorial. Instalado con comodidad como aliado del PSOE en territorios como la Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón, Baleares o Castilla-La Mancha, sin embargo el asalto a Catalunya se quedó en agua de borrajas. En suelo catalán perdió una buena porción de su electorado al dejarse 40.000 papeletas por el camino con respecto a la cita anterior, en la que concurrió en una amalgama de siglas bajo la denominación Catalunya Sí Que Es Pot (CSQEP). Más llamativos resultan los datos si se comparan con los de las generales que se concatenaron entre diciembre de 2015 y junio de 2016. Las marcas bajo auspicio de la formación -En Comú y En Comú Podem (ECP)- alcanzaron los 927.940 y los 848.000 votos, siendo la primera fuerza catalana. El 21-D, por el contrario, cayeron a una discreta quinta plaza que les relegará a una posición de irrelevancia en el Parlament. Se quedaron con un tercio de su electorado: 323.000 sufragios, a pesar de que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se implicara en la campaña, e incluso cerrara simbólicamente la lista de CatECP, para arañar apoyos.
El escenario es el mismo en otra comunidad en la que el derecho a decidir es una de las piezas angulares del debate político, como es el caso de la CAV. Precisamente esa es una de las banderas de la que hacen gala los capitaneados por Iglesias, aunque por ahora no parece rentar dividendos en forma de votos a Podemos en las convocatorias electorales en las que están en juego el Parlamento Vasco o el Parlament catalán. La CAV antecedió a Catalunya en el descalabro del partido morado, que en los comicios de octubre de 2016 se cayó del más alto escalón del podio logrado en las dos citas generales anteriores. El voto dual es el argumento al que se aferran, pero lo cierto es que el partido ve cómo su armazón territorial se debilita de cara a un nuevo año en el que tendrán que calentar motores para continuar a los mandos de los Ayuntamientos del cambio -Madrid, Barcelona, Cádiz, A Coruña, Santiago de Compostela, Zaragoza o Valencia- tras las municipales y forales que se celebrarán en 2019.
encuestas en contra El horizonte que se le abre a Podemos después del batacazo electoral catalán no es halagüeño. Al menos así lo dibuja la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), elaborada en plena efervescencia del procés debido al referéndum soberanista del 1-O en el que la formación morada mostró algunas lagunas en su mensaje. La coalición Unidos Podemos -marca que incluye a IU- y sus confluencias experimentarían una caída de 1,8% en conjunto, siendo la más destacada entre los cuatro grandes partidos estatales y quedando a escasas décimas de un Ciudadanos que ha salido victorioso del 21-D. Pasarían del 20,3% al 18,5% en previsión de voto. También se evaporaría el pretendido sorpasso a un PSOE que de la mano de Pedro Sánchez ganaría terreno.