Muy buena noticia cerrar este 2017 con la firma del Convenio Económico entre los gobiernos de Nafarroa y España. Una firma oportuna porque tal y como está el panorama político español es difícil aventurar por dónde van a ir los derroteros en el 2018 que se avecina. La tormenta catalana, como era previsible, ha desbordado los límites geográficos del territorio en el que permanecía confinada y se ha extendido hasta dejar un sistema político estatal en crisis.

El ascenso de Ciudadanos y el descarado aprovechamiento que de esos resultados hace Albert Rivera apuntan a que todo va a ser mucho más complicado para Rajoy de lo que ya lo era. No creo que tal y como están las cosas veamos unas elecciones anticipadas (recordemos que ya venimos de una repetición electoral tras nueve meses de Gobierno en funciones) pero Ciudadanos va a elevar el tono y quién sabe si el listón para dar su apoyo a las cuentas que prepara Montoro.

El PNV dijo que no negociaría mientras el artículo 155 estuviera en vigor y una de dos, o en Catalunya se dan prisa para formar un Govern que lo desactive o el artículo de marras seguirá vigente y secarán la posibilidad de alcanzar acuerdos. Claro que para que el apoyo nacionalista cuente algo, es preciso que el Partido Popular amarre primero el de Ciudadanos y ahí no parece que soplen los vientos más favorables.

Pero cuentas al margen está el discurso político al que vamos a asistir. Rivera está crecido y va a ir extendiendo su nacionalismo español que tiene como principal objeto limitar el poder autonómico y reforzar el del Gobierno español. Es un discurso españolista de trazo grueso, sin fisuras, muy influido por el jacobinismo francés y de fácil compra en una España en crisis. No está solo. Cuenta con sólidos apoyos en las principales cabeceras editadas en Madrid, donde parece que Soraya Sáenz de Santamaría ha perdido predicamento e influencia. También tiene el respaldo económico de los grandes y la Fundación FAES de Aznar. Solo le falta el apoyo popular y a por ello va después del 21-D.

Ese es el 2018 que le espera a la política española que, vista desde esta Euskadi donde los pactos garantizan la estabilidad, debe preocuparnos. Si una reforma constitucional va a depender de este panorama, de verdad, mejor quedarnos como estamos.