Barcelona - Las palabras se vacían de tanto usarlas y suele llegar el momento de echar mano de un diccionario para redefinirlas. En Catalunya polarizar asoma en cualquier intento de análisis político y social. “Concentrar la atención o el ánimo en algo”, define el diccionario en su segunda acepción. En la tercera considera que polarizar es “orientar en dos direcciones contrapuestas”. El 21-D en Catalunya hubo las dos.

En el sector independentista, los votos se concentraron en dos de las tres grandes fuerzas. Perdió la CUP, ganaron Junts per Catalunya y ERC. En el otro lado, también heterogéneo, Ciudadanos concentró la fuerza que se les presuponía a PSC y PP. Y a su vez, esta orientación de direcciones contrapuestas dejó fuera de juego a Catalunya En Comú Podem. El 21-D solo había dos bloques. Y en la calle parece por momentos que también.

el ‘gordo’ adelgaza Una señal. Primera hora del martes 19 de diciembre, último día de campaña electoral para el 21-D. El periódico líder en Catalunya y el tercero del Estado con 585.000 lectores diarios, La Vanguardia, abre su sección local con el siguiente titular: “Los loteros notan una caída de ventas del Gordo por la política”. En contraposición, la gran lotería de fin de año que comercializa la Generalitat desde 2013, la Grossa de Cap d’Any, sube sus ventas.

Los datos de este último sorteo se conocerán la semana que viene y se comprobará si la sensación de los loteros es más que una impresión. De momento, la Lotería de Navidad ha registrado un incremento de sus ventas del 3,26% en el Estado respecto a 2016. Sin embargo, ha caído en cuatro provincias catalanas, incluida Lleida, una de las provincias del Estado que más juega al Gordo, con casi 113 euros por habitante. Las ventas solo caen en Catalunya: un 7,4%.

La Vanguardia recoge el testimonio de la responsable de un puesto de carne en el mercado alto de Lleida. “El enfado por la respuesta de Madrid al proceso soberanista de Catalunya está pudiendo más que la ilusión. Y los clientes me dicen que prefieren arriesgarse a que no les toque este número, que ven cada día que vienen al puesto, antes que gastar dinero en lotería nacional”. El responsable de la administración barcelonesa El Gato Negro, Teo Baró, diagnostica cuándo empezaron a caer las ventas: “En picado a partir del 1 de octubre y durante todo el mes”. El de la aplicación del artículo 155. El único número del Gordo del viernes que se ha agotado en España.

Faltan por conocer los números de recaudación de la Grossa, siempre mucho más modestos que los del Gordo. La tendencia este año, sin embargo, ha cambiado y reforzará su posición. Así lo ha decidido parte de la sociedad catalana: para ellos, el procés puede más que el “y si cae aquí...”.

Segunda señal. Son las 19.30 horas del martes 19 de diciembre. La campaña electoral apura sus últimas horas. La Llista del President cerrará la campaña con pantallas en una veintena de enclaves. El último acto de Carles Puigdemont previo al 21-D será también a través de la pantalla. Desde Bruselas.

Pese a ser el cierre de campaña en la capital, JxCAT elige una plaza que no mide más de 50 metros de ancho y otros tantos de largo. Falta una hora para el megamitin y el barrio de Gràcia es un trasiego de gente. En la boca de metro de Fontana, junto al carrer d’Astúries, un grupo de voluntarios de la ANC reparte trípticos. “Un paso adelante o 40 años atrás. ¡Tú mismo! 21-D, ven a votar. Esta vez no hace falta que vengas a las 5 de la madrugada”, se vincula la cita del jueves con el 1-O. Abierto el papel, tres epígrafes que comparan, entre otros conceptos, la represión, la censura, el autoritarismo y el funcionamiento de la Justicia española: sobre fondo negro, “el pasado. El franquismo”; sobre fondo gris, “el presente. La democracia 155”; y sobre un vivo amarillo, “el futuro, la república catalana”.

El repartidor adjunta tres pasquines: la lista de las “leyes aprobadas por el Parlament y suspendidas por el Constitucional”, otro en el que se explica “qué pasará” si gana el independentismo o el unionismo; y uno último con dos preguntas y sus respuestas: “¿Preocupado por la pensión? ¿Requieres atención médica?”.

Fuera de los espacios electorales establecidos en la calle, en las paredes pequeñas pegatinas e incluso post-it -todos anónimos- llaman a votar a JxCAT, ERC o CUP. Muchos vecinos visten alguna prenda amarilla. La duda asalta al forastero. ¿Gusto por este color o denuncia política? En muchos casos, no hay margen para la especulación: el lazo amarillo disipa el interrogante. Denuncia y solidaridad con los presidentes de la ANC y Òmnium, así como los consellers encarcelados.

Este símbolo ha superado el marco público político. Los hay quienes, al margen de concentraciones y mítines, lo llevan siempre encima. Sobre todo en barrios como el que acoge el último acto de JxCAT. Ciudadanos ganará dos días después en la ciudad condal, pero no en Gràcia: la lista presidencial sumará el 26% de los apoyos; ERC, el 24%; y C’s, el 16%.

El lazo amarillo, que la Federación de Espina Bífida e Hidrocefalia utiliza para su causa cada 21 de noviembre, surgió como denuncia de los encarcelamientos y en muchos casos se ha convertido en un elemento de autoidentificación. En otros, motivo de disputa. La Junta Electoral Central ordenó retirarlos de los edificios oficiales y prohibió a los miembros de las mesas electorales lucirlos.

el cinturón naranja La Junta Electoral Central tendría menos trabajo para hacer cumplir su prohibición en otros enclaves. Tercera señal para intentar entender qué es polarización. Son las 8.25 horas del jueves 21 de diciembre. El día D. A menos de media hora a pie del Camp Nou y a una hora del estadio olímpico que han albergado grandes actos independentistas, comienzan a formarse las filas en el Col·legi Públic Menéndez Pidal, la Escola Pau Vila y en el Col·legi San Jaime de l’Hospitalet de Llobregat. Sin lazos amarillos. Con pocas banderas españolas (y esteladas, aunque menos) en las viviendas del barrio de La Florida.

Este granero de votos para el PSC ha pasado a la historia. Tras ganar en todas las citas autonómicas desde 1980 en l’Hospitalet, Ciudadanos le ha arrebatado el liderazgo de la segunda ciudad más poblada de Catalunya. Lo hizo en 2015, lo ha repetido en 2017.

Lo ha hecho de dos maneras diferentes: en la primera, con un hundimiento del PSC, que el jueves mejoró en 2.300 votos. Los socialistas, sin embargo, obtienen el mismo 22,96% de apoyo al haber subido la participación global. El mismo 22,96%.

La polarización en esta ciudad se ve también en el otro lado: los seis puntos de participación, más la caída de la CUP, permiten crecer a los dos grandes partidos independentistas. De los 24.000 votos a Junts pel Sí en 2015 a los más de 31.000 que suman ERC (20.700) y la Llista del President (10.700). Separados, y pese a la pérdida de 3.500 apoyos de los cupaires, logran 7.000 nuevos votos. Juntos superan al PSC.

No obstante, la sombra naranja lo tapa todo. La que sube sus apoyos en un 50%. De 30.000 a 45.000 votos. El crecimiento de Ciudadanos, segunda fuerza municipal con 4 ediles (el PSC, 11), simboliza el cambio de tercio en el Cinturón Industrial de Barcelona. En resumen, el caladero del PP se vacía y los votantes optan por lo general por el voto útil en ambos bloques.

La noche electoral reflejó esta polarización que, pese a la alta participación del 21-D, permanece estable desde 2015. Pese al 1-O y pese al 155. Catalunya ha elegido Parlament cuatro veces desde 2010, cuando el socialista José Montilla cedió el Palau de la Generalitat a la centralidad que simbolizaba CiU. El entonces autonomista Artur Mas alcanzó los 62 escaños.

La ganadora histórica del jueves se quedó en 37 asientos. Doce más que la suma de las dos formaciones que, desde el constitucionalismo, han clamado en el desierto en favor del carril central, los 25 escaños de PSC y Catalunya En Comú Podem. Otra pequeña polarización interna.

Una de las consecuencias de esta fragmentación es que tres siglas superan los 30 representantes. Un dato inédito en la historia reciente del Parlament. El que representará a los vecinos de l’Hospitalet y también a los de Gràcia. A los compradores de la Grossa y también a los del Gordo. Escenas de una polarización política que, lejos del relato dramático que algunos generalizan, ya existía y se ha consolidado en Catalunya.