Decía Patxi Zabaleta que “Aralar ya ha aportado todo lo que tenía que aportar”, de ahí que hayan tomado la decisión de bajar la persiana. Lo harán hoy en su séptimo congreso, que se celebra en Baluarte de Pamplona, en el que será el último acto público de esta formación que se constituyó el 29 de septiembre de 2001 en Altsasu. Han sido, por lo tanto, 16 años de trayectoria como partido, a los que hay que sumar al menos otro en el que funcionó como corriente política dentro de la antigua Herri Batasuna. Eran los tiempos en los que la insoportable violencia de ETA generaba tensiones entre dirigentes de la denominada izquierda abertzale histórica. Uno de los primeros en dar un paso al frente contra el terrorismo fue el propio Zabaleta, que ya en 1997 había condenado públicamente el asesinato del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco.
La forma de acabar con la vida de aquel joven edil marcó un punto de inflexión en el tablero político del nacionalismo vasco. Mientras crecían las voces que exigían el final de la lucha armada, dos episodios retrasaron la fundación de Aralar como partido. Por un lado, el alto el fuego indefinido decretado por ETA en junio de 1998 y, casi simultáneamente, los acuerdos de Lizarra-Garazi, suscritos el 12 de septiembre de 1998 por todos los partidos nacionalistas (PNV, Herri Batasuna, EA y Abertzaleen Batasuna), además de Izquierda Unida-Ezker Batua, Zutik, Batzarre y Partido Carlista y sindicatos como ELA y LAB.
La tregua de la organización armada no solo mantuvo unida a la izquierda abertzale, sino que le permitió ampliar su espacio al sumar a Zutik y Batzarre dentro de la coalición Euskal Herritarrok. Esta marca concurrió a las elecciones de la CAV de 1998 y a las forales de 1999 con unos resultados espectaculares.
Todo saltó por los aires poco después. ETA volvió a asesinar en enero de 2001, lo que provocó la ruptura de Euskal Herritarrok -Zutik y Batzarre abandonaron la coalición a los pocos días- y precipitó la constitución de Aralar, cuyos promotores ya no participaron de la refundación de Herri Batasuna que el 23 de junio de ese mismo 2001 se convirtió en Batasuna. El distanciamiento entre las dos facciones ya no se ceñía a la visión de la violencia armada. Aralar también propugnaba la participación activa en todas las instituciones, la búsqueda de alianzas y acuerdos puntuales con organizaciones de izquierdas y la aceptación de Navarra como ámbito de decisión propio.
Consumada la escisión en la izquierda abertzale, Aralar inició su andadura como partido el 29 de septiembre de 2001. En su primer congreso, Patxi Zabaleta fue nombrado coordinador general, cargo en el que se mantuvo hasta que en noviembre de 2014 cedió el testigo a Rebeka Ubera para continuar como presidente honorífico.
La irrupción de Aralar en la escena electoral se produjo en mayo de 2003. Concurrió a los comicios forales y municipales de Navarra y la CAV. Poco antes, en agosto de 2002, Garzón había decretado la suspensión total de las actividades de Batasuna, que fue ilegalizada el 27 de marzo de 2003. La ofensiva judicial ponía de manifiesto que la estrategia defendida por Zabaleta era ya la única vía que permitía hacer política.
El estreno de Aralar en las urnas resultó más que aceptable. En Navarra obtuvo 24.068 votos (el 7,83%) al Parlamento que le reportaron cuatro escaños. Y en las municipales logró casi el 5% de los votos, además de 18 concejales (dos en Iruñea) y las alcaldías de Altsasu y Bera. No tuvo la misma aceptación en la CAV, donde solo consiguió un representante en las Juntas Generales de Gipuzkoa. Todo ello en medio de una campaña enrarecida por la ilegalización de Batasuna y las acusaciones de traidores a los militantes de Aralar.
LA IRRUPCIÓN DE NABAI Casi desde los orígenes, Aralar fue una fuerza proclive a la conformación de coaliciones. Para las generales de 2004, impulsó, junto a EA, PNV, Batzarre y un grupo de independientes liderado por Uxue Barkos, la candidatura de Nafarroa Bai. La irrupción de esta marca fue todo un éxito. Los 61.045 votos (el 18%) llevaron a Barkos al Congreso, desde donde se fraguó la carrera de quien hoy preside Navarra, tras revalidar ese escaño en 2008, también con NaBai, y en 2011, ya con Geroa Bai.
Más lenta y menos exitosa fue la implantación de Aralar en la CAV, que hasta 2005 no se estrenó en el Parlamento Vasco gracias al asiento que Aintzane Ezenarro obtuvo por Gipuzkoa.
En la Comunidad Foral, sin embargo, Aralar no tuvo inconveniente en diluir su sigla en beneficio de NaBai para las elecciones navarras de 2007. La coalición vasquista volvió a obtener un respaldo espectacular: 77.872 votos (el 23,62%) y 12 escaños que le convirtieron en segunda fuerza y que hubieran desbancado a la derecha del Gobierno foral si no hubiera sido por el tristemente célebre agostazo que protagonizó el PSN al aceptar el mandato de Ferraz.
Dos años después, en los comicios a la Cámara de Gasteiz de 2009, Aralar duplicó los sufragios obtenidos en 2005: 62.214 (el 6,05%) que le proporcionaron los cuatro escaños que ocuparon Mikel Basabe, Oxel Erostarbe, Dani Maeztu y Ezenarro, que repitió asiento. Pese a su indiscutible línea ascendente, esta sería la última vez que Aralar concurrió en solitario a unas elecciones. La izquierda aber-tzale tenía muy avanzada la aceptación de las condiciones que le permitirían regresar a la legalidad, al tiempo que se vislumbraba el final de ETA, materializado en octubre de 2011.
Todavía en las elecciones al Parlamento navarro de 2011, Aralar se presentó con NaBai, pero la sigla estaba disminuida al haberse marchado EA, que había optado por facilitar el regreso a las instituciones de Batasuna, y de Batzarre, que iniciaba su camino con IU. Aún en esas condiciones, la coalición sumó 49.827 votos (el 15,41%) y ocho escaños, uno más que Bildu en su retorno a la Cámara foral. Sin embargo, en la CAV Aralar perdió buena parte de su espacio en beneficio de Bildu.
Unos meses después, la izquierda abertzale tradicional uniría de nuevo sus caminos. Lo hizo para las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011 dentro de la coalición Amaiur que integraban también EA y Alternatiba, esta última solo en la CAV. La nueva marca electoral rompió el techo de la izquierda abertzale al obtener siete representantes en Madrid.
No obstante, el acelerado viraje de Aralar hacia la que había sido su antigua casa le costó más de un problema interno. De entrada, en Navarra significó el final de Nafarroa Bai, una entente más táctica que estratégica que había funcionado realmente bien. Casi sin empezar la legislatura, dos de sus ocho parlamentarios (Manu Ayerdi y Patxi Leuza) fueron expulsados del grupo parlamentario y condenados a trabajar como no adscritos.
La tormenta interna pronto se trasladaría a la CAV. En la asamblea del 3 de marzo de 2012, Aralar aprobó presentarse a los comicios vascos de ese mismo año, ya bajo la denominación de EH Bildu, con Sortu -que había sido legalizado por el Tribunal Constitucional en junio de 2012-, EA y Alternatiba. La decisión no le salió gratis a Aralar y tres de sus cuatro parlamentarios vascos (todos menos Dani Maeztu) terminaron expulsados del partido en mayo.
La trayectoria vital de Aralar como partido había cumplido con creces los objetivos que motivaron su creación. Finiquitada la etapa de la violencia de ETA, aceptado que Nafarroa y la CAV tienen sus propios espacios de decisión, reorganizada la izquierda aber-tzale como partido político convencional y asumido que en el trabajo en las instituciones es incuestionable, la formación que lideró siempre Zabaleta se marcha en silencio y con la satisfacción del deber cumplido.