Los vasos comunicantes funcionan y aunque los partidos políticos tienden a decir que la aprobación de presupuestos en una u otra institución se negocian por separado, la experiencia nos dicta que no es así. Cuando Idoia Mendia afirmó esta semana que iba a haber presupuestos en “todas las instituciones vascas” hizo más que un pronóstico, porque avanzaba que los acuerdos de PSE con el PNV iban a buscar la complicidad del PP y que el camino estaba allanado. Además, fue un ejercicio de sinceridad nada habitual: sí, los acuerdos son globales.
Sobre el contenido, esa rebaja del impuesto de sociedades hasta el 24%, con tipos reducidos para las Pymes y limitación de algunas de las deducciones existentes, se mezclan criterios técnicos con políticos. Convendría, de entrada, desmontar algunos asertos que por repetidos no se convierten en realidad. Por ejemplo, que lejos de rebajar este impuesto, convenía subirlo para acercarse a la media europea porque Euskadi tiene un tipo bajo en comparación de otras haciendas europeas. No es cierto: hasta la fecha las haciendas vascas están en la zona alta, sin llegar Francia (34%), pero por encima de Gran Bretaña (20%), Alemania (15,8%) y el clásico de Irlanda (12,5%).
Otro clásico no comprobado es que una subida de este impuesto provoca un aumento automático de los ingresos. Y aquí, como la medición se antoja complicadísima a medio plazo (cuando hay que medir el efecto), suele primar la ideología de quien lo afirma o lo niega por encima de los datos reales. Ni siempre que se suben, aumenta la recaudación; ni siempre que se bajan, disminuye. No es tan sencillo.
En junio de este año el Colegio Vasco de Economistas hizo pública su última entrega del Ekonometro, una encuesta a medio millar de sus integrantes. La muestra es suficientemente amplia como para que sea tenida en cuenta su opinión. Pues bien, el 71,4% se mostraba contrario a una subida de impuestos frente al 9,5% que lo consideraba aconsejable. La principal razón para desaconsejar una mayor presión fiscal era que estamos en un momento de crecimiento económico después de una crisis y conviene facilitar políticas que favorezcan el emprendimiento empresarial.
Por cierto, hay otro dato en ese estudio que también conviene tener en cuenta: los economistas no se ponen de acuerdo sobre si la presión fiscal es un elemento clave en la competitividad de la economía vasca, son tantos los que creen que influye mucho como los que creen que determina poco. Ya ven, nada es tan sencillo como parece. Así que les recomiendo, en esto de los impuestos, huir de los eslóganes y quedarse con los datos reales que aporten nuestras haciendas para que luego cada uno saque conclusiones.