Iruñea - Patxi Zabaleta no necesita demasiadas presentaciones. Ha sido un agente político destacado desde 1979. Retirado de la primera línea desde 2015, continúa trabajando como abogado a sus 70 años aunque, dice, “a medio gas”. El próximo sábado pondrá punto y final a una de las etapas más importantes de su carrera política, la vinculada a Aralar, partido que fundó en 2001 tras serias discrepancias con la antigua Batasuna fundamentalmente relacionadas con la posición ante la violencia de ETA. Después de 16 años de andadura, el partido se disuelve porque sus miembros consideran que las diferencias ya han desaparecido y que toda la izquierda abertzale debe ser un conjunto para ser más fuerte. Los militantes del partido de Zabaleta pasarán a partir del próximo fin de semana a ser militantes de EH Bildu.
¿Por qué que se disuelve Aralar?
-Porque los motivos que en su día nos obligaron a pasar de ser una tendencia ideológica a ser un partido ya se han ido consiguiendo, como el cese en la lucha armada, entre otros. En segundo término, la creación de la figura del militante en la izquierda abertzale junto con la existencia de congresos y la participación normalizada en las instituciones. Dados esos pasos, la izquierda abertzale tiene que caminar dentro de su pluralidad pero dentro de unas estructuras unitarias. Creemos que Aralar ya ha aportado lo que tenía que aportar y por eso hemos tomado la decisión.
Pero a nivel personal, ¿qué supone para usted?
-Aralar ha sido una especie de desafío, de concreción, de muchas propuestas... un pulso y una alternativa dentro de la izquierda abertzale. Hemos contribuido a la paz de una manera importante. No somos los únicos que hemos hecho impulsos en ese sentido, pero somos uno más, uno muy especial y específico.
Algunos entonces le acusaron de traidor y al final toda la izquierda abertzale ha terminado asumiendo lo que usted planteaba.
-Sí, incluso con algún detalle muy especial que fue objeto de mucho debate, como fue el ámbito de decisión política de Navarra. Defendimos Navarra como ámbito de decisión, que es un matiz que todo abertzale tenemos que aceptar.
¿Han aceptado eso todos los miembros de la izquierda abertzale?
-Esa premisa ha tomado cuerpo y supone una satisfacción y la base para poder actuar en el futuro. Desde el punto de vista democrático, en el momento que todo el espacio aber-tzale acepta a Navarra como ámbito de decisión política, UPN se ha quedado sin mensaje y ha reaccionado a la contra, llegando incluso a rechazar el derecho a decidir de Navarra que va en contra de lo que dijo Jesús Aizpún cuando fundó el partido. Hay muchos temas que pulir y aristas que retocar pero estamos en una situación muy deseada desde hace decenios y muy optimista.
¿Fue usted un visionario?
-Más que visionario, yo diría que sí que hemos sido un poco audaces.
¿Alguien de quienes les criticaron entonces ha reconocido que tenían razón personalmente?
-Sí, algunos nos lo han dicho a nivel personal aunque no es cuestión de publicitarlo.¿Satisfecho?
-Sí, eso es una satisfacción. Pero en política las satisfacciones acaban con la siguiente preocupación.
¿Qué ha aportado Aralar durante todos estos años?
-Ha aportado una actitud diferente con respecto al sector político de la izquierda abertzale. Esta aportación tiene una importancia y en el conjunto político también. He hablado antes de pacificación de Navarra y de democracia interna, pero también en nuestro lenguaje sobre la diversidad.
¿Cuál ha sido la peor época de esta formación política?
-El momento más difícil fue el debate que tuvimos con los parlamentarios de la CAV Mikel Basabe, Oxel Erostabe y Aintzane Ezenarro en un tema que el tiempo ha demostrado que era de calado. Nosotros habíamos metido una iniciativa en la que las conversaciones de paz debían ser sin exclusiones. El PP exigió que se quitase la cláusula de “sin exclusiones” para no aceptar a la izquierda abertzale oficial. El PNV apoyó que se quitase y nuestros parlamentarios cometieron el error de sucumbir a esa exigencia. La pacificación debe ir unida a la igualdad y la igualdad tiene que ser la que se simboliza en las palabras sin exclusiones. Esto trajo una ruptura en Aralar, que se produjo a instancias del PP pero con la grave colaboración del PNV y con el error, a mi juicio, esencial de Aintzane Ezenarro y compañía.
¿Y el mejor?
-Nosotros en política no hemos tenido tiempos muy buenos pero qué duda cabe que la creación de NaBai en un momento dado fue un cambio significativo.
La ruptura de NaBai tampoco sería un buen momento...
-Sí, no fue un buen momento. Fue muy difícil y muy desagradable, seguramente por las actitudes de todos los partidos. Nosotros tendremos nuestras culpas, pero tampoco los demás jugaron con la necesaria lealtad. Ba-tzarre priorizó sus acuerdos con IU que suponen de facto su desaparición. EA priorizó sus pactos con Batasuna-Sortu, con la referencia al polo soberanista del que ya nadie se acuerda; y el PNV siempre ha tenido la incapacidad de poderse aliar con la izquierda abertzale oficial por su dependencia a su estrategia. También en aquella época existió una monserga de los independientes sobre la representación que debían tener.
Ustedes también habrían tenido parte de culpa, ¿no?
-Todos habremos cometido errores pero que sean otros los que digan cuáles fueron nuestros errores. A pesar de todo, creo que es necesario reeditar NaBai para tener un diputado abertzale en el Congreso.
¿Reeditar NaBai para las generales?
-Sí, habrá que reinventar Nafarroa Bai, con otro nombre, con otras fórmulas, como sea. Pero hay que hacer un esfuerzo por parte de todos los partidos para que la Navarra abertzale vuelva a tener voz en Madrid. El no poner eso por delante incluso de los propios partidos es un error.
¿Cómo ve al Gobierno del cambio?
-Creo que le ha faltado firmeza para hacer cambios estructurales. En Navarra el Gobierno del cambio debería haber sido un gobierno de coalición, debería haber abordado algunos cambios estructurales. Es difícil hacerlo, porque se han pasado dos años tratando de tapar los agujeros de los desastres que dejó UPN. Aparte de eso, la existencia de un gobierno alternativo a UPN y PSN demuestra que sin UPN y PSN Navarra ya existió, existe y puede existir perfectamente. Además pone sobre la mesa un tema ideológicamente crucial que es que el navarrismo vascófilo de todo el primer tercio de siglo XX ha sido adulterado al convertirlo en un navarrismo antieuskaldun y que en realidad es franquicia del centralismo. Eso es contradictorio: a Navarra todos los derechos históricos que se le han quitado, se los ha quitado siempre el centralismo. Ahora, ese centralismo es el que manda en el navarrismo. Esa es la gran contradicción.
¿Cree que los otros partidos de EH Bildu deberían desaparecer?
-Cada uno tiene su velocidad, si unos hacen un recorrido en dos años, quizás otros lo tengan que hacer en cuatro porque vienen de antes o por cualquier otra cuestión. Yo no puedo decir que los otros partidos tengan que desaparecer pero lo que puedo decir es que todos los militantes de EH Bildu tienen que ser iguales en derechos y obligaciones, pertenezcan a una formación política o no.
¿Qué va a pasar a partir de ahora con las sedes y los trabajadores de Aralar?
-Vamos a dar el paso de que nuestros activos principales pasen a EH Bildu y punto final. Después, está en los estatutos del partido que lo que sobre será a medias para las asociaciones que trabajan por los presos y para la academia vasca. En cuanto a los trabajadores, a algunos se les terminan los contratos y otros se integran en la estructura de EH Bildu.
¿Esperaba que la violencia de ETA hubiera terminado antes?
-Sí, sin duda. Hubo momentos como la amnistía del 77, las conversaciones de Argel (1986-1987) o en 1994-1995 para que se disolviera antes. Hubo iniciativas en todos los sentidos en las que mucha gente se jugó y nos jugamos el bigote. Ha habido ocasiones para que todos diesen un paso hacia la democracia en un momento en el que las personas con las que hablabas te decían aquello de que “sin violencia todo es posible”, era una constante de los políticos de la derecha y del centro.
Pero con la situación en Catalunya se ha visto que aún sin violencia, tampoco todo es posible.
-Se pueden poner condiciones, pero el derecho a decidir es una parte imprescindible de la democracia. No hay democracia sin derecho a decidir. Aquellos que nos decían que sin violencia todo era posible, tienen que ser examinados a la luz del respeto al derecho a decidir. Tiene que ser un derecho a decidir serio, con igualdad de oportunidades, hay muchas cosas que discutir... pero es imprescindible, en Navarra también.
Antes pedía que ETA cesara en el uso de la violencia y ahora dice que no debe disolverse, sino convertirse en una organización civil. ¿Qué sentido tiene eso?
-Tiene las siguientes explicaciones. Primero que mientras haya presos tiene que existir ETA porque sería un contrasentido que hubiese presos que estuvieran condenados por ser de ETA y que ETA no existiera. En segundo lugar tiene que existir porque nadie debe hablar en su nombre si no es la propia ETA. Tercero porque en base a eso, ETA tiene que asumir sus propias responsabilidades y nadie puede hacerlo si no existe ETA. El IRA sigue existiendo. Sobre todo, además de todo lo anterior, porque en el nacimiento de ETA las motivaciones fueron políticas. ETA eran militantes por motivaciones políticas y eso tiene que quedar claro volviendo al origen y abandonando el error de recurrir a la lucha armada.
¿Hasta cuando debería existir?
-Hasta que todos estos problemas se hayan ido desvaneciendo. ETA debe subsistir como asociación civil en la autocrítica a su propia historia y en la responsabilización de su propia historia y sin que nadie pueda sustituirla en ese campo.
¿Qué le parecen los pasos que se han dado después de que ETA anunciase su cese definitivo?
-Ha habido pocos pasos. Tanto en la sociedad como en ETA y sus aledaños ha habido muy poca valentía pero en este momento sin duda el más irresponsablemente cobarde es y ha sido el Gobierno de Madrid. Que no sea capaz de abordar con actitudes mucho más valientes el tema del desarme, los presos... es algo que la sociedad se lo debería demandar. En ese sentido merece un reproche directo y absoluto.