nadie nos había avisado de que en los metros finales del choque de trenes había una montaña rusa, el maldito Dragón Khan que -ironías de la vida- inauguró el president Jordi Pujol hace dos décadas. El problema es que después de precaídas, curvas imposibles, bajadas de vértigo, inversiones que nos colocan boca abajo, tirabuzones y taquicárdicos loops... se vuelve al sitio de origen, o sea, a la catástrofe.
Hace ya demasiado tiempo que el procés catalán es pura improvisación, que es una de las peores cosas que le puede suceder a un periodo histórico de un país. Ayer lo volvimos a comprobar: durante seis horas -el tiempo en el que se supo que Puigdemont iba a convocar elecciones hasta que el propio president volvió a aplazar esa decisión- hubo la esperanza de que el diálogo se hubiera impuesto al fin. Pero la realidad nos puso de nuevo ante otra gran decepción.
Puigdemont demandaba, lógicamente, garantías de que si llamaba a las urnas no se aplicaría el brutal 155. No era solo una pista de aterrizaje ante la lógica frustración e incluso indignación independentista que ya se estaba manifestando incluso en el Govern y en JxSí, es que no se puede votar democráticamente en el estado de excepción que plantea Rajoy. Y hay más. ¿Qué pasa con la vía judicial, con los Jordis, con Trapero, con todo lo que vendrá? ¿Quién garantiza ahora una marcha atrás, un frenazo de la juez? Nadie. Ayer mismo, la Fiscalía se oponía a la libertad condicional de los líderes de la ANC y Òmnium. Moncloa, por contra, exigía la humillación de Puigdemont para desactivar las medidas contra el autogobierno de Catalunya. Lo de siempre.
En contra de lo que ocurrió en las comparecencias anteriores, Puigdemont hizo su declaración de ayer con las puertas tras de sí cerradas. Y, sin embargo, aún es posible bajarse del Dragón Khan. En Madrid ha debido sorprender el papel del lehendakari Iñigo Urkullu como mediador o facilitador del diálogo. Quien le conoce sabe que mientras quede un resquicio lo seguirá intentando. También, a buen seguro, el president. Estamos en la prórroga de la prórroga y es dificilísimo, pero aún es posible. Hasta el último segundo -esa enmienda en el Senado- se puede y se debe evitar el desastre.