Bilbao - Lejos de la contención que suelen rodear a los discursos oficiales, el acto de memoria y reconocimiento al empresariado vasco organizado por Confebask estuvo salpicado de momentos de emotividad. Entre esos instantes a flor de piel sobresalieron los testimonios de familiares de empresarios asesinados por ETA. María Uria -hija de Inaxio Uria-, Cándido Korta -hermano de Jose Mari Korta- y Cristina Berazadi -hija de Ángel Berazadi-, que subieron al escenario del Euskalduna recibiendo una ovación de más de tres minutos. En un homenaje a todo un colectivo, ellos pusieron cara a quienes vieron cómo la sinrazón les golpeaba de lleno.

Berazadi, en 1976, fue el primero de la lista de empresarios fallecidos por la acción armada y Uria, en 2008, el último. Sus hijas recordaron ayer la figura de dos personas que “tan solo hacían su trabajo”. Así lo expuso Cristina Berazadi, quién recordó vivamente el impacto del atentado sufrido por su progenitor. “Ni siquiera hice las maletas”, rememoró en un vídeo mostrado durante el acto, que también recogió las vivencias de Iñaki García Arrizabalaga -hijo del delegado de Telefónica en Gipuzkoa José Manuel García Cordero-, Andoitz Korta -hijo de Jose Mari Korta- y de Martín Ceballos, cuyo negocio fue atacado hasta en cinco ocasiones por la organización armada. “Tras el atentado no volví a mi casa”, señaló Berazadi, quien criticó que un periódico sugiriera “que detrás del atentado estaba mi madre. Sufrimos muchísimo y lo peor no es la rabia que sentíamos, sino la impotencia, de no poder hacer nada”. De hecho, reconoció que “las víctimas recibíamos insultos”.

Berazadi, Ceballos y García Arrizabalaga, además, censuraron que tras los asesinatos y ataques “no hubo solidaridad”. “Ninguna institución llamó”, aseguró el empresario, que evidenció que su vida y la de su familia, “cambió para siempre. Pero no soy de los que tira la toalla”. Fue una frase repetida durante el reconocimiento al empresariado en el que también tomaron la palabra exresponsables de Confebask -Miguel Ángel Lujua, Román Knörr, Baltasar Errazti o Miguel Lazpiur-, que reconocieron la dificultad de los momentos vividos y el nuevo escenario abierto en 2011 con el cese de la actividad de ETA.

Una vez terminado el acto, y con las simbólicas rosas blancas que les entregaron aún en sus manos, Berazadi, que “no esperaba que llegara un día así”, y Uria reconocían sentirse “reconfortadas”. “Reconfortadas de que haya memoria”, señalaron.