Solo el prolongado aplauso de los parlamentarios de Junts Pel Sí y de la CUP daban a entender que Carles Puigdemont había formulado algo importante, pero pocas personas asumieron que con esa frase se declaraba una Catalunya soberana. Y sólo las inmediatas palabras del president pidiendo la suspensión de la independencia clarificaban que, efectivamente, la tan esperada declaración se había producido sin pena ni gloria.
Como un jarro de agua fría sentaron las palabras de Puigdemont a las miles de personas que seguían desde las calles de Catalunya el Pleno extraordinario de ayer. Los congregados en el paseo Lluís Companys, ubicado en las inmediaciones del parque de la Ciutadella de Barcelona donde se encuentra el Parlament, ahogaron los aplausos por la declaración de independencia en un desfile de caras largas y decepcionadas. Unas 30.000 personas, según la Guardia Urbana de la capital catalana, habían seguido el llamamiento efectuado por la ANC y Òmnium Cultural, las entidades que convocaron a la ciudadanía dentro del citada zona verde. Sin embargo, ayer por la mañana y debido al fuerte cordón de seguridad establecidos por los Mossos d’Esquadra desplegaron alrededor del Parlament, las entidades se vieron obligadas a desplazar la concentración. Centenares de personas optaron por abandonar la concentración al acabar la sesión plenaria y no se oyó, tal y como se esperaba, ninguna consigna de apoyo al president. Como si de una final de campeonato futbolístico se tratara, muchos ayuntamientos de Catalunya habían habilitado en plazas o centros sociales televisores y grandes pantallas para seguir el pleno y en todos se repitió la misma escena de decepción.
La llamada vía eslovena que insinuó hace pocos días el eurodiputado Ramon Tremosa (PDeCAT) en declaraciones a Onda Vasca no había sido tomada en mucha consideración por la opinión pública catalana que, en su mayoría, estaba convencida que el president de la Generalitat acataría el resultado del referéndum y declararía la independencia de Catalunya con todas sus consecuencias. Muchas de las personas que se congregaron para festejarlo se fueron a sus casas desconcertados por el papel que había jugado el máximo mandatario. Pese a que existe un consenso social amplio sobre la apertura del diálogo para hacer efectiva la independencia, se había extendido también la idea de que para poder llevarlo a cabo Catalunya debía tener la misma entidad política que el Estado español y por ello era tan importante declarar ayer la independencia. Entre la gente que continuó pendiente de las intervenciones de los grupos políticos del Parlament se escucharon gritos de “traidor” y “estafador” dirigidos hacia Puigemont.
Las declaraciones de los presidentes de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, y de la ANC, Jordi Sánchez, mostrándose “satisfechos” por el reconocimiento de los resultados del referéndum no atenuaron la sensación de desasosiego de los concentrados. Los dirigentes de las entidades soberanistas hicieron también ayer un llamamiento a la calma y a “no caer en provocaciones” ya que al acabar el pleno, decenas de furgonetas de la Policía Nacional se desplegaron por las calles de la capital catalana con las sirenas a todo volumen. Pese a que muchos transeúntes lanzaron gritos contra la Policía española, al cierre de esta edición no se habían registrado ningún incidente.