GAsteiz - En un ambiente político bien diferente al actual, pese a algunas coincidencias en el contexto, la última intentona de Catalunya de ser independiente del Estado se retrotrae al 6 de octubre de 1934. Y tiene al entonces president, Lluís Companys, como personaje clave. Referente del latente independentismo actual pese a fallecer hace más de tres cuartos de siglo, fue Companys quien desde el balcón de la Generalitat proclamó el “Estat Catalá”. Lo hizo, en todo caso, integrada en la que pretendía que fuera una Federación Ibérica. La respuesta del gobierno de entonces fue contundente: declaró el estado de guerra y tras una noche tensa con casi medio centenar de fallecidos, encarceló a Companys y a su Govern por su “locura separatista”. El Estat Catalá solo duró diez horas.

Muchos ven ciertos paralelismos entre la situación abierta hoy en día con la de 1934, incluso en el caso de que Puigdemont pueda dar con sus huesos en la cárcel si proclama la independencia catalana de forma unilateral. Pero cada momento histórico tiene su contexto. Y el que le tocó vivir a Companys, que no era un separatista al uso en aquella época hasta el punto de que algunos de sus propios compañeros en ERC le acusaban de catalanista moderado, fue sumamente complejo. En pleno bienio negro de la Segunda República que emparejó al Partido Republicano Radical del presidente Alejandro Lerroux con la católica Confederación Española de Derechas Autónomas, las convulsiones eran el pan de cada día. También en una Catalunya de frecuentes movilizaciones, sobre todo después de que la República tumbara una ley aprobada por la Generalitat. Los ánimos con respecto al Gobierno de Madrid se caldeaban hasta la situación se hizo insostenible.

Un día antes de que Companys proclamara el Estat Catalá había estallado la Revolución de Asturias, lo que motivó que el presidente Lerroux declarara el estado de guerra en todo el territorio estatal. Lo que horas después acontecería en Barcelona agravó la situación. Companys se subió al balcón de la Generalitat y comenzó su alocución con un “en esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Catalunya”. Es más, animó a los ciudadanos asegurándoles que “Catalunya enarbola su bandera, llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta del Gobierno de la Generalitat, que desde este momento rompe toda relación con las instituciones falseadas”. Es decir, Catalunya se hacía de facto con el poder. La respuesta de la República viene de la mano del general Batet. El balance de una noche de intensos enfrentamientos fue de 46 muertos.

represión Los Mossos d’Esquadra se pusieron a las órdenes de la Generalitat, si bien ello no fue obstáculo para que Companys fuera detenido la mañana del día 7, junto a todo su gobierno, a algunos diputados y el que entonces era major de los Mossos d’Esquadra. Curiosidades de la historia, el president fue encarcelado en un barco atracado en el puerto barcelonés, no lejos de donde estos días han estado apostados efectivos de las policías españolas en la ya famosa embarcación con la imagen de Piolín.

La proclamación del Estat Catalá pasó factura a Catalunya. Se clausuró el parlamento autonómico, se suspendió el Estatuto de 1931 y Companys fue condenado a 30 años de cárcel, pero se le liberó dos años más tarde, cuando el Frente Popular ganó las elecciones en 1936. Exiliado en Francia, fue capturado por la Gestapo, entregado a las autoridades franquistas y fusilado el 15 de octubre de 1940 en el Fossar de Santa Eulàlia del castillo de Montjuic. “¡Por Catalunya!” fueron sus últimas palabras.