donostia - Crítico con varias de las decisiones que el PP ha tomado con respecto a Catalunya, el exministro presentará hoy a las 19.30 horas su último libro, Por una convivencia democrática, en la librería Lagun de Donostia.

¿Cómo define lo que ocurre en Catalunya?

-Aunque parezca mentira, es bastante fácil. El mejor economista del mundo, lord Keynes, dijo que “nunca ocurre lo imprevisto, sino lo no pensado”. Desde 1980 se puso en marcha en Catalunya un proceso de construcción nacional que, aprovechando la educación en los medios públicos, tenía el objetivo de ir alejando a Catalunya de España. Se acelera cuando Maragall aborda la reforma del Estatuto en 2003, que viola el mandamiento básico de la Transición de reformar el bloque constitucional por consenso. En el PP cometimos los errores de no presentar una enmienda a la totalidad para estar en la negociación y presentar después un recurso exageradísimo.

¿Por qué “exageradísimo”?

-Se impugnaron 114 de los 223 artículos, de los que algunos estaban en el Estatuto de Valencia que propugnamos. A partir de ahí, todo se acelera. Propuse evitar el 9-N con el famoso artículo 155 solo para poner a los Mossos a las órdenes de Interior, y abrir un diálogo sobre la reforma constitucional, la financiación, las infraestructuras? Hubiese sido más fácil, pero dicen los árabes que no hay que llorar sobre la leche derramada, por lo que hay que hacerlo ahora. La situación será más difícil en meses si seguimos en este enroque.

La posición oficial del PP dista mucho de estas críticas.

-En la vida se acierta y se equivoca. La política se hace sin red y las equivocaciones son más visibles que en la vida privada. Desde el 2003, cuando entregué esa enmienda a la totalidad porque me gusta proponer alternativas para que nadie diga que me quedo en declaraciones huecas, ha habido una línea que no ha sido la mía.

Muchos, también dirigentes internacionales, se centran en la intervención policial del domingo.

-Hay que situarla en su contexto. El separatismo lleva meses cambiando de estrategia. Pretendía un reconocimiento internacional y cuando se comprueba que no sería así, cambia para demostrar que estamos ante un Estado que desconoce los derechos y libertades básicas de la UE. Esto explica por qué los movimientos de la Generalitat han sido seguidos con entusiasmo por los que quieren cargarse la Constitución del 78, como Podemos y Bildu. Por desgracia, es la imagen que han logrado transmitir a los medios internacionales.

¿Comparte las críticas al Gobierno español por no explicar su versión a la opinión pública internacional?

-En los cinco años que estuve en el Gobierno logramos transmitir el relato de la constitucionalidad de las decisiones, había una reunión los viernes, instrucciones casi diarias al Servicio Exterior y una reacción inmediata a la ofensiva de la Generalitat. La dirección de las operaciones ha pasado a la vicepresidenta del Gobierno y Exteriores queda en una posición más subordinada, pero me da la impresión de que no hemos sido capaces de contrarrestar la ofensiva de la Generalitat y transmitir nuestro mensaje, lo cual es doloroso cuando su mensaje es falso en muchos de sus elementos.

No así la tensión policial.

-Cuando se produce una movilización masiva con la certeza de que hay elementos violentos venidos de otras partes de España y de fuera para provocar desórdenes que salten a las portadas, y cuando la inacción de los Mossos deja solas a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, es obvio que haya reacciones. Todos lamentamos esas reacciones, pero entiendo que ocurren. Como ministro vi cosas de estas en lugares del mundo en los que había alteraciones del orden. Quiero mostrar mi apoyo total a las fuerzas que siguen conviviendo en circunstancias muy difíciles y en solitario. Esto no ha beneficiado a la imagen de España. Es evidente.

¿Ve factible que Puigdemont y Rajoy se entiendan?

-La primera condición para el diálogo es acotar sobre qué se puede dialogar. Si se quiere incluir el derecho de autodeterminación, hay que hacerlo por el procedimiento tasado, el artículo 168, lo que hizo Ibarretxe. No por atajos: una parte del pueblo español no puede decidir algo que afecta a todos. Si Puigdemont y la Generalitat no renuncian a su pretensión de continuar por una senda de clara sedición contra el orden establecido, no son interlocutores. Usted no puede discutir con un vecino sobre grietas si quiere dinamitar el edificio.

Si, como le dijo a Ibarretxe, el Congreso dice no, ¿cómo se convive con ese 70% de una comunidad autónoma que pide una consulta pactada?

-Hay que modificar la Constitución, que son las reglas del juego. Formamos parte de la UE y hay unas reglas del juego. A nosotros nos hubiese gustado mantener una determinada regulación sobre la estiba, pero no podemos. Le voy a poner un ejemplo. Little Rock, Arkansas, en 1954. El Supremo dice que los niños negros pueden entrar en los colegios mixtos. Arkansas, en su totalidad, dice que les gusta la segregación. Eisenhower coge el teléfono y dice que mantendrá la Constitución en su integridad con todos los medios a su alcance.

El PSOE defiende una vía federal que a usted no le convence. ¿Por qué?

-Esta cuestión viene de una discusión entre Azaña, y Ortega y Gasset. Dijo Ortega que el federalismo propone crear un Estado de estados anteriores y preexistentes. Su cuestión esencial es la soberanía, quién ejerza una competencia es irrelevante. El autonomismo no discute la soberanía, sí las competencias. Puede haber un estado autonómico mucho más descentralizado que uno federal. España es el más descentralizado de la OCDE en materia de gasto. Si no hablamos de soberanía, no tengo inconveniente en llamarlo federal, en mi propuesta articulada de Constitución todo es federal: el Senado, la distribución de competencias, la financiación autonómica e incluso el artículo 155 copiado de la Ley de Bonn.

Casi 40 años después de la puesta en marcha del Estado de las Autonomías, ¿cuál es su examen?

-Es el peor título de la Constitución, y no por casualidad. Fui constituyente y cuando empezamos el proceso de descentralización política -que no de desconcentración administrativa-, establecimos un procedimiento para ir a la autonomía, pero no fijamos con claridad su funcionamiento, lo que nos ha llevado a conflictos permanentes. Después de 39 años, tenemos la experiencia para saber qué corregir. Es muy importante que el Senado sea una Cámara territorial donde las CCAA debatan y cooperen, una delimitación competencial federal y que se establezcan los criterios de financiación de la Hacienda.

El Parlamento Vasco debate un nuevo estatus en el que el PNV defiende extender la bilateralidad del Concierto Económico a una especie de Concierto Político. ¿Lo ve posible?

-No soy partidario de la bilateralidad, sí de mantener los conciertos en el País Vasco y Navarra. Habrá cosas en las que a lo mejor puede haber bilateralidad, pero como principio general de organización no se me ocurre, porque serían 17 soluciones diferentes en el territorio español, que es lo contrario a lo que estamos haciendo a nivel europeo. Si en Europa estableciésemos el principio de bilateralidad, el proyecto europeo no avanzaría. El reparto de cuotas para reagrupamiento y reasentamiento ha sido bilateral. ¿Qué ha pasado? Que no ha funcionado. En los estados federales la bilateralidad no existe, hay competencias exclusivas de la federación, otras compartidas y otras exclusivas de los federados. La bilateralidad llevaría a una fragmentación de diferentes legislaciones y soluciones.