Los siete meses que Pedro Sánchez pasó fuera del despacho de Ferraz le hicieron repensar su receta para aplacar el crispado clima que se vive en Catalunya. En sí el plato final sigue siendo el mismo: una reforma constitucional de corte federal. No obstante, en ese tiempo ha incorporado el modelo plurinacional del Estado, un ingrediente que no satisface a todos los paladares, ni siquiera en su propias filas. El secretario general del PSOE no quiere esperar al 1-O y pretende activar el debate en el Congreso para poner en evidencia la falta de respuestas de Rajoy.

En su reformulamiento sobre la respuesta al procés, Sánchez ha trabajado codo con codo junto a Miquel Iceta, máximo dirigente del PSC. Ambos han rubricado la declaración de Barcelona, un documento con el que pretenden encarar de la mano la cuestión soberanista. La hoja de ruta cuenta con tres patas principales: el reconocimiento de las aspiraciones nacionales de Catalunya, el establecimiento de nuevas reglas competenciales que incrementen el autogobierno y un gran acuerdo sobre la financiación autonómica que suavice las actuales hostilidades.

Los últimos sondeos publicados en Catalunya reflejan una ligera mejoría del PSC, que podría llegar a convertirse en la primera fuerza de la oposición en el Parlament. Sánchez observa ese avance como un espaldarazo a su propuesta, aunque asume las severas complicaciones que entraña una reforma constitucional. La posibilidad de transformar la Carta Magna lleva años en el aire, pero lo cierto es que hasta hoy solo ha sido retocada en dos ocasiones. El procedimiento para acondicionarla es sumamente complejo y exige un acuerdo casi unánime, algo complicado con el actual equilibrio de fuerzas. - X. G.