Santoña - Quedaba más de una hora para que Rafa Díez Usabiaga abandonara ayer la cárcel de El Dueso, pero para entonces la salida de la prisión de Santoña ya era un hervidero de medios de comunicación, allegados del exsindicalista y simpatizantes de LAB y Sortu. En las inmediaciones y conformando un cordón se situaron los efectivos de la Guardia Civil, que controlaron en todo momento a los presentes. Dos autobuses llegaron pocos minutos después dejando a más personas en el minúsculo espacio que cobijó a un centenar y medio de personas que quisieron presenciar in situ, y pese a la prohibición establecida por la Delegación del Gobierno en Cantabria, la salida de Díez Usabiaga. El momento más esperado llegó a las 08.28 horas.
Pese a estar a cinco metros de las paredes del penal, los concentrados pudieron ver como Díez Usabiaga descendía desde el interior de las instalaciones penitenciarias con una bolsa deportiva en cada mano. La emoción se disparó entre los presentes, que portaban banderas de LAB, de los presos e ikurriñas y corearon proclamas como euskal presoak, Euskal Herrira, pero no alcanzó su cénit hasta que el cabeza visible de la izquierda abertzale no alzó los brazos antes de cruzar el paso de peatones que cruza la carretera que bordea El Dueso. Salvo un pequeño conato de enfrentamiento cuando se acercó a los allí reunidos, la tensión que Otegi auguró anteayer no hizo acto de aparición. El tumulto, eso sí, era ostenible: flashes, cámaras de televisión y un cordón formado por simpatizantes de la izquierda abertzale rodearon al exsindicalista en una nube de personas en la que apenas era distinguible.
El primer abrazo de Díez Usabiaga fue para el abogado Iñigo Iruin, repartió unos cuantos entre sus familiares y después fue recibido por los cabezas visibles de la izquierda abertzale que acudieron al recibimiento, como Otegi, los miembros de la dirección de Sortu Arkaitz Rodríguez y Miren Zabaleta -los tres encarcelados por el caso Bateragune- o históricos como Rufi Etxeberria, Pernando Barrena y Tasio Erkizia. Díez Usabiaga tardó la friolera de diez minutos en recorrer los apenas 50 metros que le separaban de un automóvil que le llevó de las puertas del penal con rapidez. Díez Usabiaga ya era libre. - I. Fradua