MADRID - Problemas de audición, episodios intermitentes de amnesia, diálogos estériles, constantes interrupciones e incluso alguna que otra falta de respeto. Lejos de lograr depurar responsabilidades políticas, la comisión del Congreso que investiga la presunta financiación irregular del PP adquirió ayer tintes auténticamente surrealistas. La Cámara baja albergó la segunda edición del desfile de tesoreros populares después de la infructuosa comparecencia de Luis Bárcenas hace poco más de dos semanas. Ayer fue el turno de Rosendo Naseiro y Ángel Sanchís, así como de Carmen Navarro, actual responsable de las cuentas de Génova. La cita no aportó demasiados avances a la investigación y volvió a poner en evidencia la desgana del PP por que la comisión que aceptó a regañadientes logre recoger algún fruto. La comitiva, liderada por Fernando Martínez-Maíllo, colocó todo tipo de trabas, señaló insistentemente el reloj y puso en marcha el ventilador con acusaciones de corrupción al resto de grupos, en especial al PSOE.
El primero en pisar la moqueta fue Rosendo Naseiro, tesorero del PP entre enero de 1989 y abril de 1990. El ritmo de su comparecencia se vio lastrado por las dificultades que mostró para comprender las preguntas y para recordar detalles. Con 82 años a sus espaldas, alegó problemas auditivos y de memoria que exasperaron a los portavoces de los grupos, quienes consideraban que estaba rehuyendo las preguntas más comprometedoras. Su intervención era la más esperada a raíz de las acusaciones de Bárcenas que le señalaban como artífice de la caja B del partido. Al igual que hizo previamente ante la Audiencia Nacional, volvió a negar su participación y manifestó no haber tenido conocimiento de su posible existencia hasta que se abrió el caso.
El exresponsable de las cuentas populares defendió en todo momento que la financiación del partido fue legal durante su paso por el cargo y apartó la responsabilidad de los ingresos a “unas señoras militantes”. No obstante, sí admitió la recepción de cheques a manos de particulares. “A veces ibas a un mitin y te daban un talón o se lo daban a Fraga”, reconoció. En todo caso, salió en defensa del antiguo líder de Alianza Popular y se mostró convencido de que el importe de esos cheques iba a parar a las arcas de la formación. El extesorero incurrió en una sonada contradicción al argumentar en un primer momento que las subvenciones públicas “llegaban de sobra” para cubrir las necesidades financieras del partido. Posteriormente, se desdijo al añadir que “andaban muy regular de fondos”.
En esa falta de efectivo basó también su intervención Ángel Sanchís, tesorero de Alianza Popular entre los años 1982 y 1987. Según su versión, la formación fundada por Manuel Fraga comenzó financiándose con aportaciones de “amigos y amigos de amigos”. Reconoció haber recibido fondos de manos de empresarios a título personal, pero quiso remarcar que “por aquel entonces no era ninguna ilegalidad” y que “no se daba nada a cambio”. “Estábamos en la indigencia. Yo pagaba la luz muchas veces”, señaló.
Siguiendo la estela dejada por Naseiro, Sanchís negó conocimiento alguno acerca de la presunta contabilidad B del PP y los sobresueldos que sus dirigentes podrían haber recibido. “Todo eso me suena a chino”, indicó después de mostrarse “decepcionado” con Bárcenas, pero no “traicionado”. Ambos mantuvieron una estrecha amistad durante décadas que se enfrió con la entrada en prisión de Bárcenas. “Llegado el momento, le reconvendré o le retiraré la palabra”, apostilló.
UN DISCO DURO EN LA COMISIÓN En la sesión vespertina, la palabra fue para Carmen Navarro, actual tesorera del PP, que negó la entrega de sobresueldos y justificó algunos “abonos por su trabajo y gastos de representación”. Respecto a la posible contabilidad B, enclavó las sospechas en el pasado. “A mí me eligieron para gestionar el presente, no para investigar el pasado. Eso es algo que nunca haré”, zanjó. Durante su intervención, el socialista Artemi Rallo le mostró un disco duro para sacar a colación la presunta destrucción de los ordenadores de Bárcenas. “¿Qué es eso?”, se interesó. “El símbolo de la rabia y la desesperación del PP”, le respondió.