ERMUA. "Ahí se nos terminó el miedo y empezaron a sentirlo los de Herri Batasuna. En un pueblo como Ermua nos conocemos todos y, cuando todo el pueblo estaba en su contra, se nota. Se notaba cuando pasábamos en manifestación frente a sus locales", cuenta Arantza, una mujer de 39 años.
Esta auxiliar de enfermería tenía 19 la tarde en que, mientras disfrutaba en la plaza Cardenal Orbe de Ermua de varios actos del programa de fiestas patronales, supo que un edil del PP de Ermua había sido secuestrado.
"Al principio no nos lo creíamos y, cuando nos dijeron que se le habían dado 48 horas de vida, fue cuando comenzamos a movilizarnos", destaca esta madre de dos niñas de 10 y 5 años.
Arantza, que ya ha contado a sus hijas "la historia de lo que pasó" hace 20 años cuando ETA secuestró a Blanco, considera "genial" que las instituciones sigan recordándole.
"Es algo que pasó en este pueblo y forma parte de la historia de este pueblo. No puedes acabar con ello", mantiene.
Dos chicos de este municipio que acaban de terminar tercero de ESO en el Instituto de Ermua y que caminan por el municipio con ropa deportiva comparten también la misma opinión.
"A mí me parece bien que se le homenajee, porque fue una persona del pueblo a quien mataron", asegura uno de los chavales, ambos nacidos después del asesinato de Blanco, cuya historia han sabido por sus familiares.
Darío, un jubilado de Ermua, recuerda también que, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, Herri Batasuna tardó "mucho tiempo" en volver a salir a las calles de este municipio.
"Antes, por cualquier cosa había manifestación de Herri Batasuna. En fiestas, en las charangas, siempre había... Pero después de lo de Miguel Ángel, durante unos años ya no las hicieron. Como eran pocos, los de Herri Batasuna cogieron miedo", dice.
Antonio, un jubilado de Ermua natural de Galicia, recuerda el importante papel que tuvo el alcalde de Ermua, el todavía primer edil del municipio Carlos Totorika, para evitar que algunos vecinos indignados arremetieran contra simpatizantes de Herri Batasuna.
"Los jóvenes de Herri Batasuna tenían un chiringuito junto al estanco y, si no llega a ser por el alcalde, lo hubieran quemado", asegura.
Antonio lamenta la injusticia que supuso el asesinato de un joven de 29 años, miembro de Nuevas Generaciones del PP, que "nunca se había metido con nadie".
"No ejercía de concejal para nada. Aquí, quien llevaba todo, eran los socialistas, que gobernaban en el Ayuntamiento, y él era del PP. Le cogieron como cabeza de turco", considera.
Mari Ángeles, otra jubilada de Galicia, evoca las escenas "horribles" que se vivieron cuando, una multitud de vecinos, reclamaban con desesperación la puesta en libertad de Miguel Angel Blanco.
"El lugar donde vivía Miguel Ángel estaba lleno de personas. La gente lloraba y algunos vecinos que en sus casas oían la radio gritaban por las ventanas que Miguel Ángel aún seguía vivo. Fue horrible, porque en Ermua nunca se había visto algo así", explica.
Pocos días antes del aniversario del asesinato y secuestro de Blanco, las ventanas de los edificios de Ermua no muestran ya los crespones negros que hace 20 años evidenciaron la condena del pueblo de Ermua a ETA.
En su lugar, pueden verse en algunas ventanas banderas amarillas con un lema en favor de la acogida de las personas refugiadas, lo que denota que la preocupación de los residentes es ya otra.
Tampoco el recuerdo de Miguel Ángel Blanco es compartido por todos los residentes y algunos rehúsan hablar del tema a los periodistas o consideran que es tiempo ya de dejar de recordar su asesinato.
"Habrá que olvidar también", reclama un hombre residente en Ermua, aunque originario del municipio vizcaíno de Zeanuri.
"Yo no estuve en las movilizaciones. Esos fueron otro grupo. Ya es hora de que se deje de hablar de Miguel Ángel Blanco. Llevamos 20 años ya con lo mismo", reprocha otro anciano, que toma el sol sentado en un banco de la calle Bizkaia de Ermua.