gasteiz - Recoja sus cosas es un texto novelado, pero sustentando en hechos reales.

-Hay algunas historias que son ciertas, que han pasado, pero en vez de explicarlas como una información estricta las explicamos como una narración, porque al poner unos personajes, escenas y diálogos es más fácil crear unos sentimientos, y con ello puedes llegar a personas a las que con el periodismo convencional del día a día no podemos llegar. Me refiero a personas del Estado español que no tienen conocimiento de que los presos de ETA también han sufrido, que no tienen una sensibilidad para con estos presos y que están muy alejados de cualquier tipo de empatía hacia todo lo que suene a abertzale o esté relacionado con el conflicto vasco.

¿Cree que se empiezan a traspasar ya esas barreras tan asentadas durante décadas?

-Efectivamente, ha habido una barrera infranqueable, pero con el paso de unos años, tras haber acabado la parte del la lucha armada de ETA, y con una sociedad que va más hacia la normalización, ha habido una efervescencia. Patria es un ejemplo, Recoja sus cosas es otro pequeño ejemplo, y hay otros, se ha explicado el tema de las prisiones desde el cómic con Baleak ikusi ditut, y desde otros formatos, lo cual es muy interesante. Al final, con la literatura intentas llegar a la empatía del otro, que una persona muy alejada pueda llegar ponerse en ese punto de vista.

¿Qué opinión le merece Patria, que se ha convertido en un auténtico fenómeno editorial?

-Recoja sus cosas habla de una cosa que aún no se había tratado desde un punto de vista más literario, y había que poner el foco en ello. Me gusta pensar en la memoria, en el relato de lo que ha pasado, más como un puzzle que como un monopolio, y me da la sensación de que libros como Patria están monopolizando la memoria vasca, en parte porque ese libro quiere abarcarlo todo y que con eso ya baste, y no es una propuesta honesta. Cae en el arquetipo de los buenos y de los malos, que son machistas, homófobos, racistas, que sólo quieren hablar en euskera. El establishment político lo ha impulsado. A mi me parece bien que Fernando Aramburu explique su relato, pero es el relato de Basta Ya, de los años 2000, de Fernando Savater etcétera, lo cual es muy legítimo, pero es una pieza más del relato.

¿Son todos los casos que ha conocido similares? ¿En qué medida unos y otros expresos se han habituado mejor o peor a la vida exterior?

-Todos tenían un patrón muy similar en cuanto a cómo habían entrado, a principios de los años ochenta, con veintipocos años, y explican cosas muy similares. En ese proceso de readaptación hay historias más anecdóticas, relacionadas con la tecnología. El teléfono móvil es algo increíble, el coche en el que se encienden lucecitas por la noche les parece una nave de Star Trek. Además se agobian en el metro, una persona estuvo en un concierto de Doctor Deseo y se tenía que marchar porque las aglomeraciones repentinas le agobiaban.

¿Son las relaciones familiares el principal problema, al margen de salir a un mundo distinto al que conocieron en su día? ¿Cuesta conocer de verdad a los hijos, aprender a vivir con la pareja?

-Hay una pérdida de habilidades sociales comunes a todos, en las relaciones con los hijos, con los que nunca has convivido porque han nacido fruto de un vis a vis o eran muy pequeños cuando detuvieron al padre, a la madre o a los dos, y solo les han conocido en un vis a vis íntimo una vez al mes o a través del vidrio. De repente llegan los padres y el chaval o chavala de veintipico años viven una contradicción enorme por la alegría de estar con su aita y su ama, pero a la vez son extraños. Ellos sabían que sus hijos les veían como un elemento ajeno, extraño, pero es una cuestión de semanas o meses, todos vienen a decir que tanto chocaba al principio como luego se solucionaba. El ser humano es tremendamente resiliente, se adapta al medio y sobrevive. Te acostumbras al ritmo de la cárcel y cuando sales todo te choca, pero desde que hicimos las últimas entrevistas hasta la presentación del libro, quien antes miraba al móvil como las vacas al tren ahora está enganchado como un chaval de quince años.

Muchos salen a una edad avanzada y sin habilidades laborales o formación para la vida actual. ¿De qué manera afrontan la búsqueda de empleo?

-La salida laboral es en todos los casos el problema más importante en todos los casos que he tratado. Aunque los presos por pertenencia a ETA tienen un colchón familiar y social, y un relato social en el que integrarse, en el tema del trabajo tienen el mismo problema que el resto de la gente con la crisis económica. Otro problema que tienen y en el que les ayuda Harrera Elkartea, es el tema de la oftalmología y la odontología, una cobertura inexistente en la cárcel. También se les ayuda con los papeleos del paro, o se les presta ayuda psicológica.

¿Cómo afectan los años en prisión en ese aspecto psicológico?

-Está por ejemplo el caso de una presa que a la semana de salir estaba en casa de su familia. Notaron que se había despertado, pero no salía de la habitación. Al rato fueron y les dijo que estaba como esperando a que alguien viniera a abrirle la puerta. En ese momento ves que lo que la cárcel consigue es crear una persona dócil, lo que todos dicen es que en la cárcel no hay margen de decisión, a la hora de comer vas a comer, si te castigan no vas al patio, ducha a la hora de la ducha, para ir a la pista deportiva hay que hacer una instancia... Hay una falta de capacidad de decisión, y por eso en un primer momento hay reacciones de este tipo. De la misma forma, luego todo cambia, y rápido además, la de la readaptación es una historia universal. Fernando Etxegarai, miembro de Harrera, y una de las personas que salen en el libro, dice que lo más grande de la vida es la libertad, pero no como un tópico, la libertad de poder hacer en cada momento, relativamente, lo que tú deseas.

¿Qué balance hacen de todo lo que les ha sucedido, sobre su decisión de tomar las armas y el coste que les ha supuesto?

-En este libro no íbamos a reflexionar sobre ese balance, no era esa la función porque considero que ya otras personas la han hecho. Me da la sensación, y no quiero hablar por boca de nadie, de que ellos tomaron una decisión y sencillamente aceptan que tomaron esa decisión.