La cruz de la moneda, en lo que a la utilidad de las mociones de censura se refiere, la escenificó Antonio Hernández Mancha (AP) el 23 de marzo de 1987. Sin posibilidades de ganar a un Felipe González que había logrado una cómoda segunda mayoría absoluta electoral tan solo un año antes, su intentona por ocupar el sillón del presidente socialista naufragó desde el comienzo. Con el CDS del renacido Adolfo Suárez pisándole los talones desde el flanco de la derecha, solo cosechó el apoyo de 67 diputados. La jugada de Hernández Mancha fue más efectista que efectiva, ya que utilizó la moción de censura para darse a conocer cuando ni siquiera tenía escaño en el Congreso. No obtuvo resultado positivo alguno y, lo que es peor, su imagen no salió fortalecida, sino todo lo contrario.

La votación, que se llevó a cabo el lunes 30 de marzo, arrojó un claro resultado de tan solo 67 a favor (AP y Unión Valenciana), 195 en contra (PSOE, Izquierda Unida, PNV, EE) y 70 abstenciones (CDS, CIU, PDP, PL, PAR, AIC y CG). Distintas crónicas aseguraron que Hernández Mancha se había disparado “un tiro en el pie”, aunque dos de los principales motivos para la presentación de la moción fueran precisamente darse a conocer al público aprovechando la conflictividad social que se vivía en la época y desgastar de paso al Gobierno socialista. Al final, no consiguió ni lo uno ni lo otro.

Entre los diputados de aquella legislatura se encontraba Iñaki Anasagasti, del PNV. La posición inicial de los jeltzales iba a ser la abstención, pero terminaron pasándose al bando del no, incluso tras conocer los derroteros de la moción de censura de AP en una reunión celebrada en Burgos. El motivo es que comprobaron la “inconsistencia” de la propuesta de un Hernández Mancha “sin las tablas parlamentarias suficientes”, recuerda Anasagasti, y que pasaba por ser “un tipo moderno de la época, que había tocado la batería en un grupo musical. No era la imagen de Manuel Fraga, del ministro de Franco, y politizado en exceso”. La visión de Hernández Mancha sobre el reparto del poder territorial fue otro de los trampolines que hizo que los jeltzales pasaran a la negativa.

De hecho, el histórico dirigente jeltzale no duda de que “Fraga lo hubiera hecho mejor” que su sucesor sobre el estrado. “En política, lo peor que puede pasar es que la gente se ría de ti, no que te odien. Se dio un tiro en el pie”, confirma sobre sus impresiones de aquella jugada de riesgo “en lugar de ir poco a poco consolidando su liderazgo”. A juicio de Anasagasti, trató de emular la estrategia elegida años atrás por González, “pero fue ridiculizado por Alfonso Guerra y dilapidó su escasa figura política”, según rememora.

Otro partido vasco que figuraba en la Cámara Baja era HB, aunque no tuvo ninguna participación en la moción de censura. Así lo recuerda el navarro Iñaki Aldekoa, quien evoca que “solo recogimos nuestras actas, no tomamos parte ni en el Congreso ni en el Senado. Dijimos agur ya que no estábamos de acuerdo con las políticas que se estaban haciendo -remarca en declaraciones a DNA-, por lo que pasamos de la moción de censura”.

“Efecto contrario” Quien sí estuvo presente fue Ramón Rabanera, y como diputado de AP, el partido que presentó la moción de censura. “Hernández Mancha no era cargo en Madrid, no estaba en el Senado ni en el Congreso. Había que darle cierta notoriedad, pero algunos dirigentes del partido consideraron que sería una buena oportunidad que apareciese como jefe de la oposición mediante una moción de censura”, explica. La estrategia no salió según lo esperado, ya que además “el desgaste lo sufre quien presenta la moción”, advierte. “González, de forma inteligente, despreció de un modo notorio aquella moción de censura. Y en lugar de fortalecer la figura de Hernández Mancha, desgraciadamente tuvo el efecto contrario de debilitarle”, señala.

Las mociones de censura están dotadas de un espíritu propositivo que no se puede soslayar y al histórico dirigente popular alavés no le duelen prendas en reconocer que la herramienta parlamentaria no tuvo el eco esperado. Afirma que “debes plantear un programa de gobierno. No es exclusivamente echar al que está, sino que también debes exponer ante la opinión pública lo que vas a hacer si ganas. A continuación debes ser presidente del Gobierno. La verdad es que no salió el objetivo, que era desgastar al Gobierno. En aquel momento Felipe González tenía una gran valoración desde el punto de vista mediático y popular”.

“Y tampoco supimos expresar lo que íbamos a hacer si conseguíamos el Gobierno”, se lamenta el dirigente popular. Pero a renglón seguido advierte de que la situación se puede repetir tres décadas después, cuando Pablo Iglesias se suba al estrado a contraponer su programa político al de Mariano Rajoy. “No había un desgaste suficiente del Gobierno de entonces y tampoco una fortaleza suficiente por el partido que presentaba la moción”, como sucede con los planteamientos esgrimidos por Unidos Podemos para desbancar al PP. “Es un poco lo que va a ocurrir ahora”, vaticina Rabanera.