Los dos precedentes de la moción de censura a Rajoy arrojaron resultados similares si bien tuvieron balances antagónicos. La cara de la moneda cayó del lado de Felipe González, que vio cómo su reprobación a Adolfo Suárez hace ahora 37 años le dio un rédito positivo pese a no conseguir su objetivo de despojarle del Gobierno español. El presidente de la compleja primera legislatura salvó su puesto tras el debate, que se celebró del 28 al 30 de mayo de 1980, pero fue el principio del fin para la UCD que comandaba. Acorralado, dejó el partido pocos meses después.

Debilitado por diferentes flancos, e incluso desde su propia formación, que estaba en franca descomposición por la lucha de familias existente en su seno, solo 24 votos salvaron a Suárez de ser destituido. El promotor de la medida parlamentaria, el PSOE, unió sus votos a los del PCE, el Grupo Mixto y los andalucistas para aislar a un Suárez al que no apoyaron los representantes de la Alianza Popular de Manuel Fraga, germen de lo que hoy en día es el Partido Popular. PNV y HB optaron por no asistir a la sesión. Los jeltzales estaban disconformes con la postura del ejecutivo con respecto a temas que entonces estaban aún por solventar como el Concierto Económico. El resultado final fue de 152 votos a favor, 166 en contra, 21 abstenciones y 11 ausencias.

González se batió el cobre con Suárez. También lo hicieron sus lugartenientes, Alfonso Guerra y Rafael Arias-Salgado, respectivamente, en un debate que duró la friolera de 20 horas. El leitmotiv para plantear la moción de censura fue la necesidad de apuntalar la incipiente democracia, reformar una economía que iba en caída libre y mejorar el andamiaje territorial de las administraciones públicas. Eran tiempos de plomo de ETA, pero la organización armada quedó excluida de un toma y daca televisado -ese medio tuvo vital importancia para proyectar la imagen del socialista- en el que González salió vencedor del duelo.

Pese a las casi cuatro décadas transcurridas, un entonces joven Joseba Azkarraga recapitula los acontecimientos que rodearon a la primera moción de censura de la democracia. “Me pareció que el PSOE tenía mucha prisa por llegar al poder”, afirma. Coincide con la mayoría de cronistas de la época acerca de que “hubo también un intento por poner en danza la figura de González y medirse a Suárez. Se utilizó como plataforma”. Una forma de proceder que no critica, ya que se trata de una “herramienta parlamentaria” que puede servir a este fin. “Es hacer política, les guste más a unos que a otros. Sirve para presentar un programa político”, puntualiza en referencia a las críticas dirigidas ahora a Unidos Podemos porque solo servirá para fortalecer a Rajoy. “A Rajoy se le fortalece también aprobándole los Presupuestos o absteniéndose el PSOE en la investidura”, censura.

La situación de Suárez era precaria, rememora Azkarraga. “UCD era una jaula de grillos, con muchas baronías y cada una de ellas intentando morder la silla de Suárez”, apunta el que entonces ejercía como diputado del PNV. Coincide en esta apreciación con José Antonio Maturana, que se sentaba en la bancada del PSOE. “La moción de censura se produjo en un clima de convulsiones políticas, económicas y sociales muy agudas”, contextualiza sobre el cóctel que antecedió a una contienda dialéctica que González ganó por goleada a un Suárez que “carecía de un partido homogéneo y disciplinado”. “El objetivo era difícil porque no se tenían los votos suficientes. Sirvió para dar a conocer y afianzar a Felipe González como alternativa de gobierno. Hizo un discurso brillante, progresista pero moderado al mismo tiempo, que dejó tocado a Suárez, que ni supo ni pudo rebatirle”, asiente el histórico socialista.

El PSOE sale fortalecido Pese a no recordar detalles concretos del largo debate en el Congreso, Maturana asegura que sirvió para que el PSOE se quitara “sus miedos” y expusiera ante los españoles “que no se iba a comer a nadie, que estábamos preparados para atajar los problemas del país y no para hacer una política izquierdista sino una política pragmática y de cambios que había que aplicar en España de una manera radical”. El objetivo: “La transformación de un Estado unitario y fascista en un Estado democrático con una descentralización política muy grande”.

La compleja situación política, además, tampoco estaba para experimentos. “Quizás lo más adecuado hubiera sido un Gobierno de concentración con UCD, lo que pasa es que era muy difícil porque el partido no tenía una dirección adecuada”, por lo que esa opción ni siquiera fue contemplada. González logró su propósito, que no era otro que afianzar su figura política. Apenas dos años después abrió un largo periodo de 14 años de gobiernos socialistas.