menos mal que de vez en cuando la derecha navarra nos recuerda cuál es su verdadero rostro porque actúa como vacuna de recuerdo ante lo que fue su caduco régimen. La manifestación celebrada ayer es una buena muestra de que, si la suma parlamentaria lo permitiera, volverían sobre sus pasos para establecer un gobierno que divide a la sociedad pero que les une alrededor de los turbios negocios que montaron. Lo que aterra a UPN no es que Navarra pierda su identidad, porque saben que no se corre ese riesgo, sino que se desmonte definitivamente el clientelismo del que vivieron durante décadas.
Pero si ya sabemos lo que es la derecha navarra, también hemos comprobado que el PSN sigue siendo su muleta más a mano. La victoria de Pedro Sánchez no ha cambiado la sumisión del socialismo navarro al regionalismo más rancio. Si bien hace dos años la propia Uxue Barkos expresó su intención de atraer a los socialistas al eje del cambio sobre el que pivota el actual Gobierno, ha sido el mismo PSN el que hace imposible cualquier intento en ese sentido. Por si había dudas, que el PSN comparta manifestación con una amalgama de grupos ultraderechistas alrededor de una idea falaz de ataque a la esencia foral navarra es la mejor demostración de que, al menos de momento, es imposible contar con ellos para avanzar en una Navarra más plural.
Cuando el socialismo navarro, o así, decide sumarse con UPN, PP, Vox, Ciudadanos, Falange y otros grupúsculos contra el actual ejecutivo navarro no hace sino cavar su propia tumba. Un simple vistazo a los resultados electorales del PSN en los últimos años arroja un balance desolador: cuanto más se acerca a UPN más raquítico es su apoyo. Desde ayer, mengua un poco más rápido.
Van para dos años de cambio y a pesar de que el eje UPN-PP anunció un cataclismo, lo cierto es que todos los indicadores económicos y sociales apuntalan la gestión de los ayuntamientos y del Gobierno que preside Barkos. Tiene aún más mérito por tratarse, casi en su totalidad, de ejecutivos plurales, de coalición, con sensibilidades muy distintas en cuanto a identidad y proyecto político. Y lo que es una dificultad objetiva se ha convertido precisamente en uno de los principales activos de ese cambio.
No es un buen síntoma que UPN pretenda ganar en la calle lo que no puede hacer en el Parlamento, pero tampoco hay que darle más importancia de lo que tiene. La ciudadanía valora a quien suma, no a quien divide, y profundizar en el cambio traerá recompensa.