vitoria - Los ocho meses de guerra abierta que el PSOE ha vivido desde el Comité Federal del 1 de octubre pasado que forzó la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general culminaron ayer con la celebración de las primarias.

El resultado de las elecciones generales del 26 de junio de 2016 provocó una división en el PSOE entre aquellos que pensaban que con 85 diputados no se podía intentar formar gobierno y que era suicida someterse a unos nuevos comicios y los que, liderados por Pedro Sánchez, defendían explorar la formación de un Gobierno alternativo al PP y, si se demostraba imposible, ir de nuevo a las urnas.

La falta de acuerdo y el enfrentamiento entre los partidarios de una y otra postura se evidenció en un bochornoso Comité Federal el 1 de octubre, en el que la intención de Sánchez de convocar un Congreso extraordinario express para elegir una nueva dirección del partido más cercana a sus intereses provocó un levantamiento de los barones, que concluyó con la dimisión de Sánchez después de que fuera derrotada su propuesta de adelantar el Congreso.

Ese mismo día se nombró una Gestora del PSOE, que planificó un periodo de interinidad más largo de lo normal con el objetivo de pacificar el partido y, al mismo tiempo, propiciar que la figura de Pedro Sánchez se fuera difuminando y cayera en el olvido.

Lejos de cumplirse ese pronóstico, Sánchez ha sabido erigirse en el portavoz de los militantes defraudados con el viraje que finalmente dio el PSOE permitiendo con su abstención una segunda legislatura a Rajoy. Y es que Sánchez ha conseguido convertir su derrota en aquel Comité Federal en el principal activo de su campaña. Se ha presentado con éxito como el candidato de las bases frente a los aparatos y las cúpulas del partido y ha rentabilizado a su favor la abstención para que gobernase Rajoy, sobre todo tras las últimas investigaciones de corrupción que afectan al PP. - DNA