La UCO (Unidad Central Operativa) de la Guardia Civil está de moda. Sus informes sobre casos de corrupción que salpican al PP están siendo demoledores. Que se lo pregunten a Cristina Cifuentes, que con dos informes más que comprometedores se ha salvado de la imputación por los pelos. Hasta EH Bildu ha pasado, sin solución de continuidad, del Alde hemendik! a pedir “auxilio” a este grupo de investigación de la Guardia Civil -Buah, chaval!, como dijo Egibar ayer en el Parlamento- para que investigue sobre Bidegi.
Lo que ha descubierto la UCO es algo que era un secreto a voces: el PP iba fuertemente dopado en las campañas electorales. Los populares no han respetado nada y menos que nada, la democracia. La ley fija un límite de gasto a los partidos durante los periodos de petición de voto con el objetivo de preservar al menos cierta igualdad entre ellos. En este caso concreto, la campaña de Mariano Rajoy para las elecciones generales de 2008 estaba hiperinflada con dinero público de la Comunidad de Madrid. Dinero robado a todos los madrileños en la trama Púnica para beneficio particular del PP y de Mariano Rajoy. Delito de lesa democracia.
Ni por esas ganó las elecciones, pero eso no quita para que los hechos tengan una gravedad evidente. Sobrepasa, con mucho, el mero exceso de gasto electoral y viene a demostrar, una vez más, que el PP ha utilizado las instituciones y el dinero público para financiarse como partido, lucrarse económica, política y electoralmente y cometer un gigantesco fraude democrático.
El agravante de este nuevo caso conocido ayer es que salpica de forma directa a Rajoy, el hombre que nunca sabía nada, que estaba por encima de todo sin mancharse en nada. Él era el candidato. Él era el presidente del partido. Él tuvo que darse cuenta, como todo el mundo, de que las campañas del PP desbordaban lo racional, lo sensato, lo previsible, todos esos adjetivos que tanto gustan al presidente popular. Él era el responsable último. Pero mejor no preguntar, no vaya a ser que me digan la verdad. La ciudadanía sí se pregunta cosas. ¿Tendrá esto consecuencias? No. ¿Responderá Rajoy? No, ni por videoconferencia. ¿Pero hay algo que el PP no enmerdara? Probablemente, no.