Finalmente la conocida como lideresa del PP por su fuerte carácter que durante años la han convertido en un animal político imbatible y por su larga trayectoria ha hincado la rodilla y cedido a la presión interna de los que en la cúpula de su partido y en su entorno más cercano le han hecho el vacío en las últimas semanas. Esperanza Aguirre deja la política sin siquiera haber sido imputada por alguna de las corruptelas que asedian al PP. Se ha visto forzada a claudicar acorralada por la fosa séptica de la corrupción que hiede a su alrededor y que ha llevado a la cárcel a sus dos manos derecha durante su mandato al frente de la Comunidad de Madrid. Primero fue Francisco Granados quien terminó con sus huesos en prisión, pringado hasta el cuello por las mordidas millonarias del caso Púnica. Y ahora ha sido su hasta hace poco escudero Ignacio González al que le han pillado con las manos en la masa del dinero público, mientras ella, la Thatcher del PP -otro de los apelativos con que la han bautizado por su admiración a la Dama de hierro a la que emuló en su política liberal basada en la bajada de impuestos y la privatización de los servicios públicos-, sorteaba los mandobles judiciales y policiales contra sus colaboradores. Lejos de amilanarse, llegó a jactarse cuando declaró como testigo ante el juez de que “yo destapé la trama Gürtel”. También salió de su boca aquello de que “he nombrado a más de 500 altos cargos y dos me han salido rana”. Aunque se ve que la charca se ha llenado con más sapos de los que creía.

Procaz y arrogante, a la par que campechana y dicharachera, católica confesa y ligada genéticamente con Gipuzkoa donde pasó los primeros 18 años de su vida, suya es la célebre expresión “me encanta el verbo dimitir. Yo dimito mucho”. Y a fe que lo ha cumplido, aunque haya sido en varios actos. El primero fue en 2012 cuando anunció su renuncia como presidenta de la Comunidad de Madrid, aunque sin dejar la política, a la que regresó un año después. En 2016 volvió a dimitir en plena tormenta de la Púnica como presidenta del PP de Madrid por las acusaciones de financiación ilegal en su partido. Siguió como portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid, pero ya solo le quedaba una ficha para dimitir.

La gastó ayer y se apagó su estrella política. Ella que sobrevivió en 2008 al accidente de helicóptero en el que también viajaba Mariano Rajoy y al atentado en Bombay durante una visita oficial en el que una bomba cerca de donde estaba ella acabó con la vida de 90 personas. Ella que sobrevivió en 2003 al tamayazo que la impulsó en vertical hacia la cúspide política y la convirtió en paladín de su partido con licencia para criticar a sus rivales pero también a los suyos, incluido el mismísimo Rajoy, quien ayer volvió a ponerse de perfil y eludió unas simples palabras de apoyo. A ella, la intocable del PP.