Portugalete - Iván Ramos Torrano tenía solo 13 años y su hermana Saioa 11 cuando la barbarie perpetrada por unos jóvenes -alguno de ellos poco mayores que él- se llevó, envuelta en llamas, la vida de su madre Maite, militante socialista desde una década antes y casada con Jesús, secretario de organización del PSE de Portugalete. Entonces, entre sollozos, solo acertaba a repetir “hijos de puta...”, como una letanía contra quienes le habían “robado a la persona que más he querido en mi vida”. Hoy, 30 años después, Iván es un hombre. Casado y con un hijo que es su motor, ha hecho un viaje, no sin contratiempos, desde el odio hasta convertirse en parte activa en favor de la convivencia en Euskadi.
Sentado en una mesa en la misma Casa del Pueblo que ardió por los cuatro costados con sus padres dentro, Iván mira a los ojos al pasado, al presente y al futuro. Sin rencor, pero sin olvidar lo que ha pasado en este país.
“Cuando ocurrió el atentado mi hermana y yo estábamos de vacaciones en Villasante (Burgos) y oímos en el telediario la noticia y los nombres de los heridos graves. De los tres, dos eran mis padres”, rememora. “A mi padre al principio no me dejaron verle. Y a mi madre jamás la volví a ver. Me despedí de ella quince días antes porque nos íbamos de vacaciones y no la volví a ver más”.
Su aita cogió el alta el 28 de abril, el mismo día en que murió su madre, Maite Torrano, que tenía gravísimas quemaduras en más de la mitad del cuerpo. “Entonces mi padre dijo una frase que se me ha quedado grabada: que habían matado a su mujer, pero que ni él ni sus hijos se iban a rendir nunca. A día de hoy lo tengo muy presente. En su momento no me rendí ante la barbarie y la sinrazón de todo lo que pasaba en este pueblo (cuando había alguna manifestación yo salía a esa puerta a hacerles frente) y hoy tampoco me rindo, ahora luchando para que no vuelva a suceder lo que yo sufrí y por lo que tanto lloré. Se llora mucho”, remarca.
Iván se deshace en elogios hacia sus padres, orgulloso de ambos, y sigue su camino como militante socialista. Pero veneraba a su madre. “Para mí no era solo mi madre, era mi amiga. Sabía todos mis secretos de chaval y siempre nos ha protegido. Teníamos una complicidad, era una persona muy cariñosa, muy amable, muy alegre”, afirma.
La sede socialista atacada se convirtió en su segunda casa. “Cada vez que había una manifestación, yo venía aquí, era como decir que iba a seguir luchando como mi madre. De aquí nos ha sacado la Policía Nacional por la puerta de atrás, escoltados, en las furgonetas. Esto ha sido horroroso, las hemos pasado putas”, relata.
Pero hay más. Uno de los condenados por el atentado, José Andrés Uribarrena, “jugaba con nosotros en el patio del colegio y su hermano iba conmigo a clase”. Tras salir de prisión, otro de los atacantes, Josu Santa Coloma, “que también fue detenido por agredir a un concejal socialista de Pasajes, nos ha perseguido a mí, a mi mujer... Un día nos dispararon a la ventana de casa con un balín. Nos marchamos a Castro”.
Su evolución ha sido progresiva. “He pasado de enfrentarme a ellos a odiar todo Euskadi, odiar la bandera, la tierra, el pueblo, todo. Quise marcharme de aquí. Luego me puse en manos de un psiquiatra y me reencontré conmigo y con mis raíces. Yo soy vasco, mis abuelos y mis padres lucharon por esta tierra, mi madre ha perdido la vida por esta tierra... Ahora intento colaborar para que esto no vuelva a suceder nunca más, colaboro con el Gobierno Vasco, con Gogora, doy testimonio en los colegios, pertenezco a Eraikiz, colectivo de víctimas. Se ha sufrido mucho, todos tienen que dar pasos”, concluye. - E.S.