el PP está, una vez más, grogui. Insisto en que no es la primera vez, porque si Rajoy superó que se hicieran públicos sus mensajes a Bárcenas (“Luis, sé fuerte”) nada hace pensar que esta vez, dos elecciones generales mediante, los nuevos y viejos casos de corrupción que le rodean vayan a hacer más mella en el Gobierno español.

Pero que Rajoy siga haciendo lo suyo -dar aires de normalidad a lo que es anormal y a partir de ahí dejarse invadir por la pachorra habitual- no significa que el resto deban contagiarse de ese espíritu eternamente cansado. De entrada, la oposición debería pensar cómo es posible que no hayan conseguido ni ganar, ni pactar una alternativa al PP, enfrentándose a un partido más pendiente de los juzgados que de la acción de Gobierno. Sí, ya sabemos cómo está el PSOE y que Podemos es más de autobús que de propuestas de ley, pero los escándalos del PP deberían influir para que ambos modificaran sus estrategias.

¿Y el PNV? Votó, a diferencia del PSOE, en contra de la investidura de Rajoy y aguardó mientras los socialistas y los de Pablo Iglesias se tiraban de los pelos para sumarse, si fuera el caso, a una alternativa a Rajoy. No ocurrió y ahora, sus cinco votos, valen su peso en oro. Pero si la foto era incómoda (como admitió implícitamente Andoni Ortuzar la semana pasada) cada día que pasa se complica un poco más. O dicho de otra manera, el precio del acuerdo sube.

Por eso, no es de extrañar que el delegado del Gobierno español, Javier de Andrés, deseara que el acuerdo llegara “mejor esta semana que la siguiente”, aunque quien destapó en una maniobra de anticipación el nerviosismo del PP fue la parlamentaria Laura Garrido: “corrupción y presupuestos son dos ámbitos distintos y apelo a la responsabilidad”. Un error de novata impropio de una experimentada política acostumbrada a las negociaciones. Sí, son dos ámbitos distintos, pero recordarlo denota que también son tangentes.

Una mención especial para una de las derivadas de esta semana de corrupción: el papel de cierta prensa. Ya el viernes, después de declarar, Francisco Marhuenda, director de La Razón, volvió a pasearse por los platós de las televisiones donde mandan sus jefes del Grupo Planeta, La Sexta y Antena 3.

Es difícil encontrar un caso de mayor cinismo en el periodismo actual. La teleazote de corruptos, la misma que exige a los partidos que cesen de sus cargos los políticos imputados y que los partidos les expulsen, protege y da publicidad a un periodista al que grabaron diciendo que se inventaba noticias falsas para evitar que la corrupción llegara a los juzgados. Es uno de los suyos, aunque imputado por coacciones y pertenencia a “organización criminal”. ¿Cuál es la organización criminal? Parece que el grupo mediático que protege a un periodista que avergüenza a la profesión.