Bilbao - “El imaginario político y social nacionalista en Euskadi es europeísta”. ¿La situación por la que atraviesa el continente le hace alejarse de esa metáfora de “tierra prometida” de democracia y bienestar?

-Europa está sometida a múltiples interrogantes. Es evidente que el concepto de Europa como “tierra prometida”, que nació en los años 50, está muy erosionado. El Brexit le ha herido muy fuertemente, pero al final hay que hacer un ejercicio de un pragmatismo radical. Porque fuera de Europa nuestras condiciones de desarrollo económico y político, y de encuentro con los diferentes, serían mucho más difíciles que manteniendo el viejo sueño europeo.

¿Qué salidas propone?

-La restauración de una nueva manera de entender lo que es Europa y la profundización en ciertas áreas que se quedaron sin desarrollar. Europa necesita una vuelta de tuerca pero, evidentemente, no podemos ni debemos salir de Europa. El nacionalismo vasco siempre ha visto muy bien que Europa significa desarrollo económico, bienestar, democracia, protección, incremento de la seguridad, cumplir viejos sueños democráticos, etc. Y ahí es donde nos encontramos, sobre ese conjunto de valores más allá de las dificultades, ya que está pasando por una coyuntura no especialmente brillante.

¿Cuál es la incidencia de la crisis económica?

-El envejecimiento en Euskadi es un problema estructural al que habría que colocar en un plano más importante. Una segunda cuestión son los efectos de la cuarta revolución industrial, la modificación estructural de nuestro propio marco productivo, que tiene consecuencias en el número de empleos, su calidad, etc. El futuro de nuestro país pasa porque acertemos con un modelo de relevo generacional y por reducir las tasas de desigualdad. La política nacionalista se la juega porque la capacidad que ha demostrado de gestionar institucionalmente la complejidad la va a tener que aplicar con gran rigor a estos problemas. - Carlos C. Borra